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José Abigail Cruz Infante
-DE EL LISTIN DIARIO, MATUTINO DOMINICANO-
La República Dominicana, como cualquier otro país del Tercer Mundo, necesita en estos momentos disponer de la máxima capacidad para gobernar, pues, de lo contrario se corre el riesgo de caer en un empantanamiento histórico, lo cual desgraciadamente sería muy problemático para la nación que en pleno nuevo milenio, no disponga de un sistema político ágil y moderno que garantice la gobernabilidad.
Joaquín Balaguer no formaba parte del club de los gobernantes modernos. Ni siquiera hizo solicitud formal para ingresar al mismo. Sin embargo, el Dr. Balaguer tenía su propia escuela que, si bien no era un modelo le daba resultados para ejercer el poder, por el poder mismo.
Era la escuela dedicada y consagrada exclusivamente al ejercicio del poder, con una unción casi sacramental que le permitía trascender en el tiempo y en el espacio, naturalmente con el grave riego de que estos gobernantes caigan en la tentación de cometer el pecado de la perpetuación.
A los pueblos les queda la impresión, por el largo tiempo de ejercicio en estos gobernantes, de que ellos son los únicos que pueden ejercer el poder, creándose de este modo una grave distorsión en la función de gobernar . Ese estilo permanece en la percepción popular como algo deseable. La adulteración de las esencias del poder surten sus efectos hipnóticos en el conglomerado social, incapaz de percibir la manipulación de que es objeto.
En estos tiempos de modernización y globalización, los países necesitan una clara línea de conducción que los lleve por el sendero del desarrollo, la realización plena de sus urgencias sociales y los aleje del fantasma del mesianismo. El ejercicio de gobernar requiere madurez, experiencia probada, visión de futuro capacidad de transmitir y de escuchar. Ni con fábulas ni con quimeras se puede convencer a un pueblo de que se puede prescindir de la falta de la experiencia o de la falta de capacidad probada.
Ciertamente, gobernar no es un asunto de muchachos. Los muchachos pueden jugar bien basquetball, bailar bonito, cantar extraordinariamente y hacer otras cosas apropiadas de la juventud digna de suscitar admiración, pero cuando se trata de gobernar un país en crisis se va a requerir otras cualidades que los muchachos no tienen.
Gobernar es un asunto muy serio muy profundo, al cual hay que dedicar un tiempo de preparación, un tiempo de maduración y un buen cúmulo de experiencia. Nos aproximamos al inicio de una campaña electoral y los aspirantes tratarán de convencernos de que son los mejores, que saben hacer las cosas bien, que tienen la decisión de hacerlas, etcétera.
Lo más importante para el país es que sus candidatos presentes pruebas de que realmente reúnen esas características que dicen poseer para enfrentar los graves problemas de la nación. Que no inunden con propaganda masificadora, que no alienen el voto de los ciudadanos con promesas alucinantes, que nos muestren credenciales de sus realizaciones personales.
Que sean transparentes. El país necesita de una clase política que actúe con veracidad, que sus planteamientos respondan a sentidas aspiraciones y no a meras quimeras.
Hoy estamos viendo en el mundo cómo las naciones confían en sus gobernantes serios y capaces, aquellos que afrontan los problemas de sus respectivos países con profunda compenetración con los mismos y no con poses retóricas y demagógicas. El arte de gobernar pasa hoy día por la capacidad de decirle al pueblo la verdad y sólo la verdad, por más dura que esta sea, pero sólo así se logra motivar a la población a participar en la busque conjunta de soluciones. Nada de maquillar los problemas.
Los dominicanos somos valientes y confiados, esperamos de nuestros gobernantes que sepan actuar de acuerdo a los momentos. Estamos en medio de una crisis que requiere del concurso de todos. Hay que saber motivar al pueblo para pedirle los sacrificios que demanda la crisis. Se hace imprescindible el trazo de una política firme y veraz que lleve confianza a la ciudadanía, que el dominicano crea en ella. Nada de subterfugios politiqueros, la verdad y sólo la verdad.
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