viernes, noviembre 10, 2006

Base para una sociedad civil en Cuba

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MARITZA BEATO

-DE HOY, MATUTINO DOMINICANO-


La nación cubana se encuentra ahora en una encrucijada histórica. Ya se acerca el fin de la tiranía, y tenemos la responsabilidad histórica de realizar nuestro destino, encaminando a nuestra patria hacia una transición democrática y no a una simple sucesión raulista que perpetúe los cánones castrocomunistas. Cómo llevar a la isla de donde se encuentra ahora, a donde queremos que llegue, es el gran desafío que todos los cubanos enfrentamos en los albores del siglo XXI. Una transición efectiva del totalitarismo a la democracia dependerá de la presencia y fortaleza de una sociedad civil unida, plural y tolerante -lo que el secretario general de la ONU, Kofi Annan, definió como “la nueva superpotencia”.

¿Es posible desarrollar una sociedad civil -el elemento fundamental y más legítimo de la democracia- en el seno de una dictadura totalitaria como es el actual régimen cubano? Desde los primeros meses de la revolución en 1959 se formaron, bajo condiciones muy difíciles, diversas organizaciones de acción cívica, independientes del Estado, que han sobrevivido a incluso fuertes oleadas represivas como la de la “primavera negra” del 2003. Estas organizaciones no-gubernamentales (ONG’s), al igual que las que en el mundo anglosajón se denominan “grassroots organizations” tienen raíces naturales en el pensamiento y la acción popular, y se nutren de relaciones familiares y comunitarias, redes de apoyo y amistad, conexiones solidarias, grupos espontáneos, voluntarismo y contactos con grupos exiliados.

Así, existen en Cuba actualmente dos sectores: el autoritario, que es el resorte social del rígido Estado unipartidista oficial; totalmente cerrado a nuevas ideas de reforma; y el democrático, que funciona por esfuerzo propio, sometido a la fuerte vigilancia estatal, con alto riesgo de infiltración y, en el mejor de los casos, con un precario reconocimiento legal. Es en este sector democrático donde existen centenares de grupos y organizaciones en las que transitan libremente el pensamiento, las ideas y las acciones, creando una subcultura clandestina con mecanismos sui generis de adaptación y mobilización, y que aún siendo frágil en el fuerte contexto represivo, ha demostrado una capacidad única de supervivencia y militancia, algo que el gran amigo de la causa cubana Václav Havél ha llamado “el poder de los sin- poder”. Esta es la semilla de la futura sociedad civil que en un futuro no tan lejano ha de tomar las riendas de la nación.

La unidad entre los cubanos, propiciada por el diálogo y la tolerancia, sería la base de esta sociedad civil. Así, conviven en la isla organizaciones de derechos humanos y de ex-presos políticos; damas de blanco; bibliotecas, sindicatos y periodistas independientes; centros culturales y peñas; iglesias y grupos religiosos; foros y partidos políticos ilegales; espacios de arte independientes; cooperativas agrícolas, y hasta cuentapropistas marginados.

Esta naciente sociedad civil ya ha producido, con amplio reconocimiento internacional, dos grandes logros, extraordinarios si se considera su entorno represivo. Uno de ellos, el Proyecto Varela, logró reunir más de 24,000 firmas de apoyo a un referendo constitucional, siendo el primer ejemplo masivo y a lo largo de toda la isla, de un proyecto de concertación cívica y participación democrática que logró romper las cadenas del miedo. El otro fue la celebración del primer encuentro nacional de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil, que el 20 de mayo del 2005 logró reunir en las afueras de La Habana a casi dos centenares de disidentes en una histórica reunión que aprobó un proyecto de resolución general para definir el futuro democrático de Cuba.

Como dijera nuestro Apóstol Martí, “Cuba posee todas las virtudes necesarias para la conquista y el mantenimiento de la libertad”. Es una cuestión de coraje intelectual, convicción y conciencia que saquemos adelante a nuestra nación. Apoyemos a nuestros hermanos disidentes dentro de la isla para que se celebren más reuniones, se firmen más peticiones, se lean más libros sin censura, se rompa el bloqueo informativo, se fortalezcan más los grupos independientes. Logremos, con la alborada de la democracia, desplegar la suficiente madurez para acceder, al fin, a una etapa adulta de síntesis y creación como república. Así, el siglo XXI será el siglo de la sociedad civil cubana.


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