viernes, noviembre 10, 2006
Variaciones evistas sobre temas chavistas
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Por:WINSTON ESTREMADOIRO
-DE LOS NUEVOS TIEMPOS, BOLIVIA-
Disculpen el atrevimiento de emular las variaciones que el genio de Mozart compusiera sobre temas musicales de otros, pero ¿acaso la música en sí no es más que una infinidad de variantes? Como quiera que la buena prosa se le parece, propongo una variación evista sobre un tema chavista. Aclaro que no es un panegírico de Evo, así como quien me inspira no adula a Chávez. Fernando Mires, chileno, enseña Política Internacional en la Universidad de Oldenburg, Alemania; su sólido El fin del chavismo, analiza el proceso político del populismo venezolano y me inspira a un modesto contrapunto con la situación boliviana. Porque si hace 8 años que Hugo Chávez llegó al poder en Venezuela, reseñar hitos de su gobierno da luces sobre 9 meses de Evo Morales en Bolivia y da pistas sobre lo que vendrá.
Empecemos por lo que alguna vez llamé el síndrome del gorila albino. Tal ilustra que en un mundo mediatizado por la inexorable globalización y midiatizado por la revolución en las comunicaciones (la tele en especial), el común de la gente se va por la forma, no el fondo; ven la fronda, no las raíces. Y Evo Morales es exótico, como lo fueron los nativos semidesnudos que Colón llevó a la corte de Isabel II, de retorno de islas del Caribe cuando descubrió las "Indias Occidentales". Su impacto mundial como líder indio de un país indígena es innegable, aunque su proyección como tal sea discutible. Y es falaz, también, caricaturizar a Bolivia de poncho, chullu y ojota.
Es probable que en plano a veces plagado de fantochería, fuese un hálito de aire fresco la sencillez de su discurso y su atuendo rayano en la simplonería, en que la ya famosa chompa es el equivalente boliviano de la chaqueta Mao de los 50 o el uniforme verde olivo de Fidel. Pero no sé si por sagaz o malicioso, yo veo la astucia del líder cubano aconsejando a Evo que haga lo que él en los años 60, en su tournée por el vientre de la bestia, como llamara Martí a la cosmopolita Nueva York.
Enfoquemos lo que Mires llama la política de la antipolítica en Hugo Chávez, refiriéndose a su virulenta retórica en contra de lo que llamaba "las cúpulas podridas". En transitar al populismo autocrático, se amplió el mote a toda la estructura política, despreciando al pluralismo partidario. Apeló a movilizar sectores populares que no fueron tomados en cuenta por la política tradicional y de la antipatía hacia la política en los círculos militares venezolanos. Evo Morales le sigue los pasos. Equivalente boliviano son los "movimientos sociales", mezcolanza que raya desde terratenientes mutantes a traficantes de tierras ajenas so pretexto de no tenerlas, hasta arribistas que ganan notoriedad y ministerios, mientras, en los hechos, atrasan para calendas griegas la provisión de agua potable en las barriadas.
Fíjense en el cuarto de conversión de Evo Morales: lanzaba dardos contra los militares antes de llegar al poder; ahora los corteja. Congeló juicios contra excesos represivos; dejó en segundo plano a la advenediza wipala y se llena la boca de patria en los desfiles militares. Los milicos caribeños acrecientan su presencia, al extremo que su mandamás se permite aclarar que las bases que se construirán con recursos venezolanos -justificables en tanto sean puestos de control fronterizo en una Bolivia inerme a las fronteras móviles de sus vecinos-- serán dotadas de tropas bolivianas, como si otra alternativa fuera aceptable.
Igual que en Venezuela, una nueva Constitución partió de la necesidad de un nuevo acuerdo nacional consensuado por todos los sectores políticos. Pero empiezan a vislumbrarse ribetes totalitarios. Los constituyentes gobiernistas responden a la voz del Ejecutivo, sujetos tanto a control periódico, como a presión de "sectores sociales" que obedecen a la voz del amo. Como no ganaron los dos tercios de una aplanadora oficial, desacatan la Ley echando por la borda el requisito de dos tercios en aprobar la nueva Carta Magna. La Asamblea sirve de probeta de laboratorio de la oclocracia, el gobierno de una turbamulta cada vez más organizada en forma vertical para presionar las cosas a gusto del régimen.
Si en Venezuela tienen un gobernante agresivo, emocional y procaz, "cuya capacidad de agravio e insulto es solamente comparable con su incapacidad para ejercer control sobre sus propias palabras", en Bolivia sorprende cuánto Evo Morales lo imita con su oferta de agravios y diatribas: anteayer contra opositores neoliberales, ayer contra la Iglesia, hoy contra la prensa. Si tales rasgos hicieron pensar que en Venezuela emergía un régimen social-militarista, en Bolivia presagian absolutismos de carácter étnico-corporativista. Pronto aparecerán grupos de choque similares a los chavistas, que en la tierra de Bolívar tienen nombres -pelotones, escuadras, batallones-- más apropiados para una guerra civil, y que hacen juego al lenguaje brutal y a los abusos de autoridades, policías y militares oficialistas.
Un último símil deviene de la mutación de un militar populista en un jerarca marxista-leninista, debida a la relación íntima de Chávez con la Cuba de los Castro, que ahora comparte Evo Morales. En Venezuela, imitar el modelo cubano significó imponer la dicotomía radical de "o nosotros o el imperialismo", ampararse en un clima de agresión externa para suprimir estructuras democráticas y adoptar un sistema autoritario militarizado. El evismo confiesa similar admiración por el modelo cubano, cuyo libreto político viene siguiéndose con financiamiento de los petrodólares venezolanos. Es paradójico que en Bolivia, donde fracasara el Ché en parte por la ambición de los comunistas locales, en parte porque el régimen cubano le diera la espalda, se esté gestando subrepticiamente la toma del poder por el castrismo financiado por el chavismo y llevado a cabo por el evismo.
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