sábado, noviembre 11, 2006

La beligerancia empresarial


Visión global

NELSON ENCARNACIÓN

-DE EL NACIONAL, VESPERTINO DOMINICANO-
NUEVA YORK.‑La frecuencia con que dirigentes empresariales o empresarios individuales incursionan en el debate nacional es una mala costumbre hija del subdesarrollo y el tercermundismo que como una enfermedad endémica gravita sobre la República Dominicana con evidente carácter permanente.

En ninguna otra sociedad, que sepamos, los empresarios privados tienen tal nivel de participación en los debates ajenos a su quehacer, incursión ésta que obedece única y exclusivamente al interés de defender sus particularidades.

En naciones como Estados Unidos y los países desarrollados de Europa existen agrupaciones empresariales tan fuertes que guardan una relación directamente proporcional a la fortaleza de sus economías, y sin embargo los dirigentes de esos grupos de presión se excluyen de los debates públicos.

Esto se debe a que en las sociedades avanzadas existe una real división social del trabajo ‑si se le puede definir así‑ donde cada cual respeta el ámbito de las atribuciones de los demás, sin que ello signifique entrega ni sumisión.

De lo que se trata es que en esos países se tiene claro el rol del empresario, cuya principal función tiene que ver con la creación de riquezas, y lógicamente poner en práctica la natural vocación de todo negocio, que es generar utilidades para sus dueños.

Se tiene claro que usted, empresario, dedíquese a producir riqueza para el bienestar, y nosotros, los políticos nos encargamos de dirigir la Cosa Pública, el Estado.

Hasta la fecha eso ha funcionado a la perfección en dichas sociedades, lo que significa que el modelo no es malo.

Es posible que aparezca alguien que diga: bueno, eso es verdad, pero lo que ocurre es que en esos lugares políticos y empresarios tienen bien en claro que la riqueza que se produzca va a beneficiar a toda la sociedad, no a un pequeño grupo de privilegiados, ya sea de los mismos empresarios o de los políticos, como ocurre en nuestro subdesarrollo.

Algunos piensan que el protagonismo de los empresarios viene dado por el mismo hecho de sentirse autorizados a opinar, trazar pautas o enmendar planas, debido a que, generalmente, son asediados por los políticos para que financien sus campañas electorales.

Y como siempre se ha dicho que quien paga manda, los empresarios en nuestro país se sienten con ese derecho o sencillamente cierran las válvulas de la financiación de aspirantes a todos los niveles de elección popular.

A comienzo de los años 80''s, durante la administración de Ronald Reagan, se llevó a cabo la última gran reforma impositiva de Estados Unidos, y en esos afanes el entonces secretario del Tesoro, Donald T. Regan, tuvo serias confrontaciones con muchos líderes empresariales que se negaban a aceptar el modelo de tributación que se proponía.

Y es que Regan‑quien como ejecutivo privado había llegado a presidente de Merrill Lynch‑tenía junto a su equipo una visión bien clara de que los ricos tenían que pagar más y que quienes percibían menores ingresos debían ser beneficiados con una reducción o hasta exención de impuestos.

La reforma ‑llamada luego como código Regan‑ aplicó la famosa teoría desarrollada por Arthur B. Laffer (Curva de Laffer) según la cual la reducción de impuestos sobre renta a la larga se traduce en una mayor recaudación para el gobierno, al existir una estrecha relación entre una tasa menor una mayor eficacia en las recaudaciones.

Regan, en su libro autobiográfico "Para que conste", explica aquella batalla con los ejecutivos de las grandes corporaciones que hasta ese momento pagaban el mismo nivel de impuestos que los trabajadores‑en términos relativos‑, lo cual resultaba una iniquidad social.

Pues bien, a pesar de aquella beligerancia, los empresarios norteamericanos nunca incursionaron en el debate impositivo de la administración Reagan ni se pronunciaron con el desenfado con que se hace en la República Dominicana, donde se ha perdido de vista que el Estado, en todas las épocas y en todas partes, sólo tiene una forma de financiar sus operaciones: cobrando impuestos.

Eso lo saben los empresarios, pero más lo saben los economistas cuya filiación contraria al gobierno les lleva a incurrir en estupideces económicas como ésa de balancear el presupuesto mediante la reducción de gastos, con lo cual están aconsejando afectar la calidad de vida mediante el empobrecimiento. ¿Hasta cuándo y hasta dónde llegará nuestro subdesarrollo?


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