PEDRO GIL ITURBIDES
-DE HOY, MATUTINO DOMINICANO-
Hugo Chávez Frías no cederá. Transcurridas las primeras rondas sin que los votos de guatemaltecos o venezolanos alcanzaran los dos tercios requeridos, pareció que se abriría a una alternativa. De hecho, los venezolanos sugirieron que aceptarían se postulase a la hermana república de Bolivia para el puesto de miembro no permanente del Consejo de Seguridad. Apenas horas más tarde, empero, Chávez mismo expresó que se inclinaba por mantener la candidatura de su país. Terco como mula, rencoroso hasta los tuétanos, por tanto, reitera que no cederá.
Su decisión de echarle jabón al sancocho de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) apunta al gobierno federal de los Estados Unidos de Norteamérica. Chávez abandonaría la puja y acepta se nomine a cualquiera de nuestros países. Lo que no permitirá, han dicho voceros de su gobierno, es que una candidatura sea catapultada por los estadounidenses. De hecho, se anuncia que los venezolanos entorpecerán el proceso de elección del representante de nuestro subcontinente ante el Consejo de Seguridad, para impedir que ganen los guatemaltecos.
Los venezolanos probablemente no comerán una caraota más por mantener esta postura, o por variarla. En cambio, Chávez satisfará su anhelo de impedir que los estadounidenses decidan qué país ocupará el sillón que corresponde a la región en el Consejo de Seguridad de la ONU. Y porque en esta pugna de niños son las emociones las que prevalecen, los dominicanos hemos de actuar con cautela. Quien escribe preferiría que la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores de la República Dominicana no promueva una candidatura dominicana sin obtener el visto bueno del Palacio de Miraflores.
Chávez perdió las posibilidades de colocar a su tierra en el añorado escenario, cuando su nariz olfateó el azufre en el salón de la asamblea general de la ONU. El espectáculo ofrecido mostró, más que su rencor al imperialismo, su inmadurez como hombre público. Los dominicanos, que hemos sido beneficiados por él más que por su gobierno, con un programa petrolero que no nos ofrecerán los estadounidenses, hemos de ser cuidadosos. Chávez reacciona tal cuál se mostró aquél día en el cónclave mundial. Como un muchacho malcriado e irreverente.
¡Si no lo sabremos nosotros, que sufrimos las consecuencias de la bravata de otro muchacho malcriado, Hipólito Mejía! Enfrentados a causa del hospedaje brindado en Santo Domingo a Carlos Andrés Pérez, se nos cortó el suministro de petróleo reconstituido. Se atribuyó la interrupción a la resolución por término del Acuerdo de San José. ¡Cuántos inconvenientes vivimos entonces! Todos sufrimos las consecuencias. ¿Por qué correr el riesgo de vivir otros días o meses de carencias petroleras y de sus derivados, por buscar un puesto por el cual nada le pagarán a la República?
Ayude el Gobierno Dominicano a la ONU a superar la parálisis sufrida por el proceso de elección. Pero sin que de los labios del presidente doctor Leonel Fernández salga por segunda vez la expresión aquella de que George W. Bush no se opone a una candidatura dominicana al Consejo de Seguridad. Cuando de Maleno brote petróleo a borbotones, podremos postularnos para presidir el Polo Norte. Pero en tanto los venezolanos disfruten de un gobierno encabezado por un hombre intemperante, que abre y cierra grifos de oro negro, hemos de ser cautos.
Más que buscar la posición para la República Dominicana, hemos de presentarnos como nación cuyo gobierno promueve la concordia continental.
Es, por este camino, que hemos de ayudar a que se resuelva la elección de un nuevo miembro del Consejo de Seguridad. Aunque al final el mango nos caiga en las manos. Pero que no se diga que jamaquiamos ese dichoso árbol con intenciones aviesas. Y sobre todo, que no lo diga el intemperante mandatario venezolano.
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