Por Rafael R. Ramírez Ferreira
Mayor General, E.N.(DEM)
Si la naturaleza deseara aliviar los
sufrimientos de nuestra vida y equilibrar
el egoísmo que nos lleva a la maldad y
nos consume, lo mejor que podría hacer
es sembrar en el corazón del hombre
un instinto que le permita tener
presente el dolor de los demás.
A.S.
-DE EL NACIONAL, VESPERTINO DOMINICANO-
"Puedo escribir los versos más tristes esta noche". Escribir por ejemplo la frase ¡Caramba, pero en qué pienso!, si esto es una poesía hecha canción del inolvidable y eterno Neruda. No, en verdad no quiero escribir. Quisiera expresar con quejumbroso ardor mi intenso dolor y amargura.
Pero, como no soy poeta ni escritor, sólo soy esto que clama y sufre por cosas que no puede controlar, evitar ni cambiar. Sólo soy un quejido lejano y lacerante en el alma que se niega a aceptar lo inaceptable. Sólo soy alguien que se ofusca por el comportamiento animal y salvaje de quienes están llamados a ser diferentes a los animales y de aquellos que creen que sólo se mata con armas porque no alcanzan a comprender que la traición y la desilusión por el comportamiento de una persona en quien se tiene confianza, es mil veces más mortal que una puñalada por la espalda.
Hoy me niego a escribir. Hoy quisiera que la tinta de la impresora fuera mi sangre, porque amargura y dolor no son suficientes para describir lo que ahora siento.
Talvez mejor sería decir como Silvio Rodríguez y desearle que "ojalá la lluvia no le toque cuando caiga" y "que ojalá que la luna no vaya tras de ti". Quizás mejor sería desearte que no disfrutes de un bello amanecer o en vez de decir que la suerte te acompañe, desearte, mejor aún, que la suerte se olvide de tí.
Amargura siento por tí y por mí. Por tí porque callas y permites, y por mí al no lograr que actúes. Dolor y llanto es imposible plasmarlo en el papel. Sólo palabras y hechos te puedo hacer ver con la intención de apelar a tu conciencia. Qué más puedo decirte para que comprendas el dolor que produce el ver a una joven de apenas 18 años camino a la cárcel acusada de ser "mula" transportadora de drogas, en busca de dos mil o tres mil dólares o euros.
Cómo sensibilizarte y hacerte ver que ya ésta es otra vida joven que se perderá entre las rejas y que nunca jamás, entiende, nunca jamás volverá a ser lo que podría haber sido. Pero permaneces callado. Tu, a sabiendas de quién fue que la reclutó e introdujo en el bajo mundo de las drogas. Permaneces callado porque ella no es ni ente ni pariente y como tal no te duele. Pero qué pensarías si en estos momentos esa misma persona o cualquier otra que por igual se dedica a reclutar jóvenes para utilizarlas como mulas transportadoras de drogas, está reclutando a tu hijo, hija o algún familiar cercano, entonces te dolerá y te maldecirás por haber apoyado con tu silencio esta nueva modalidad de asesinar a nuestra indefensa juventud.
Del mismo modo y por igual permaneces callado cuando alguien investido con la autoridad para combatir este flagelo, ya sea por negligencia, incapacidad, mala fe o intereses económicos, permite la comercialización y el trasiego de drogas en su área de responsabilidad mientras tu sólo observas y comentas por lo bajo, sin tomar la decisión correcta de denunciar este acto a la oficina destinada para estos fines en la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD).
Claro, es más fácil callar y observar la guerra desde lejos, pero vuelvo y te repito: ¡hasta que el problema te llegue cerca! y, entonces, quizás, ya sea tarde para mucha juventud que pudiste haber salvado de las garras criminales de las drogas y los negociantes inescrupulosos, a quienes sólo les importa su dinero. Para estos no hay remordimiento alguno por el daño que causan día a día en la juventud dominicana, ya que en su conciencia sólo vive odio, aversión y desprecio a la vida, como una verdad confirmada, es lo que impera en el interior de sus almas, mientras tú permaneces indolente ante el problema.
Pero como en verdad no quiero escribir, esperaré a que rompas con tu silencio y tus temores haciéndote un llamado a reflexión sobre lo dicho por el filósofo alemán.
Schopenhauer en una de sus reflexiones despiadadamente crítica: "El hombre está expuesto a los dolores físicos y a otros de naturaleza tal que vienen del pasado y van hacia el futuro; estos son sufrimientos morales. La naturaleza concedió al hombre el poder de terminar su vida según su deseo, para no tener que ser como las bestias. De este modo no necesita vivir todo el tiempo que pueda, sino todo el que quiera".
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