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BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
-DE HOY, MATUTINO DOMINICANO-
El presidente Leonel Fernández es un ilusionista y prestidigitador de altos vuelos. Cual encantador de serpientes apareció en la televisión con un discurso bien practicado, con un lenguaje apropiado para decir y no decir, como si practicara el juego infantil de “amagar y no dar, dar sin reír, un pellizquito y mandarse a huir”.
No en balde Yaqui Núñez del Risco, para referirse al discurso del doctor Fernández se va por la tangente y habla del dominio de la tele presencia que tiene el Presidente.
Es que hay poco que elogiar, hay poco de sustancia, hay poco de verdad.
En un ejercicio verbal de fuegos fatuos, el mandatario se atrevió a criticar a la oposición por culpas que son del propio gobierno.
Tengo para mí que el Presidente usó una estrategia similar a la del súbdito de aquel cuento del hombre de Las Mil y Una Noches que debía presentarse ante el rey, al mismo tiempo: desnudo y vestido, a pie y montado, riendo y llorando.
Eso, que parece imposible, sólo se logra con mucha astucia y talento o como prestidigitador que entra una mano en la chistera vacía y saca un conejo. Algo similar hizo el Presidente.
Primero mandó a su gente, secretario Técnico de la Presidencia, secretario de Finanzas y Superintendente de Bancos, a meter miedo con carabinas vacías y pintar un cuadro según el cual se propondrían impuestos hasta al aire que respiramos.
Luego, aparece el mago, el prestidigitador y, como hacía El Telépata en el parque Enriquillo, demuestra que él es quien sabe, quien busca soluciones inteligentes, que lo que dijeron los otros son “inventos” de funcionarios que hablan sin saber.
Es la misma actitud del maestro que cuando un alumno le discute lo manda a callar. ¿Quién borra las inquietantes informaciones servidas por Vicente Bengoa, Rafael Camilo y Temístocles Montás sobre las “reformas”?
La realidad es que el Presidente dijo y no dijo, amagó y, como siempre, envolvió en una nebulosa los planes del gobierno, si es que tiene algunos que pueda proponer, ya que acostumbra a ofrecer un programa y cumplir otro que era desconocido.
En ningún momento el mandatario dijo para qué necesita el dinero que le va a sacar del bolsillo a los contribuyentes que toman café, untan un magro pan con mantequilla y toman un poco de chocolate de agua.
Lo peor es que todo lo que el Presidente de la República dijo, comentó y propuso, no es como él lo dijo, ahora falta lo que diga el Fondo Monetario Internacional.
La lectura de la prensa del jueves pasado no permite lugar a dudas: el gobierno está cogido por un narigón y las reuniones del “gabinete económico” que se cree dirige Temístocles Montás, es otra falacia: quien manda en la economía nacional es el Fondo Monetario Internacional, pese a que, según el gobierno, la situación económica nunca fue más bonancible.
¡Ojalá que esto no termine cuando alguien apague la luz en la fiesta, suene una galleta y después sólo se escuchen los ayes y las invocaciones a San Antonio, en la forma vulgar C.!
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