FRANCISCO ALVAREZ CASTELLANOS
-DE HOY, MATUTINO DOMINICANAO-
Ubi Rivas publicó en la edición del 22 de noviembre en curso de HOY un artículo sobre el problema haitiano que no tiene desperdicio, incluyendo a la señorita Sonia Pierre, denostadora de nuestro país en el mundo entero, olvidando que es haitiana, ya que a pesar de haber nacido en nuestro país, es hija de un inmigrante ilegal.
Pero Ubi no tocó un tema de los más importantes y por el que hay que restringir la inmigración haitiana antes de que sea demasiado tarde.
Sabido es que Haití carece prácticamente de hospitales, que su población rural (y parte de la urbana) no tiene acceso a centros de salud. Y que en el país tenemos más de 500,000 haitianos rurales y urbanos, la mayoría analfabeta...¡ y enferma !
Lamentablemente esa pobre gente no tiene quien vele por ella. Las grandes potencias, con Francia a la cabeza, no quieren ni que les hablen del asunto. Y los haitianos no tienen otro camino que el que los trae a nuestra patria. Y ahí reside el problema.
Repasando nuestra historia de 50 años atrás, vemos que enfermedades como la tuberculosis y la malaria fueron virtualmente erradicadas del país. Recuerdo que el hospital “Doctor Martos”, situado en las entonces afueras de esta ciudad, estaba dedicado enteramente a la lucha contra la tuberculosis. Al convertirse esa enfermedad en una de carácter ambulatorio, el hospital fue cerrado. Años después sirvió de sede a una nueva universidad, la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU).
Algo parecido pasó con la malaria, que era controlada por una oficina especial hasta que dejó de ser un problema de salud para el país. Pues bien, ambas enfermedades han vuelto a abatirse contra el país, con la problemática de que ya no tenemos un hospital “Doctor Martos” ni una oficina contra la malaria.
Y a eso se unen nuevas infecciones por el VIH y decenas de miles de muertes por el SIDA en todo el Caribe y América Central.
Los haitianos analfabetos, incultos, claro está, ignoran cómo se adquiere el SIDA, cómo se propaga la enfermedad. Los ilegales que tenemos en el país forman familias cuyos hijos, como Sonia Pierre, son haitianos constitucionalmente hablando. Y lo que es peor, la mayoría practica el sexo sin distinción de ninguna clase. Y si se hiciera un censo y luego un examen médico de los censados, veríamos cuál es la fuente que está llevando al país por el camino de la extinción, de una u otra manera.
Los haitianos indocumentados, ilegales, son personas que muy difícilmente han sido atendidos por un médico en su país. Por lo tanto, vienen infectados al nuestro, y no solamente de tuberculosis ni de SIDA, sino de otras enfermedades de las que las nuevas generaciones no tienen conocimiento siquiera.
Este Gobierno tiene la obligación de, primero, devolver a su país a los haitianos ilegales; convertir nuestra frontera en algo infranqueable con cuatro puertas de entrada... y de salida:
Pedernales, Jimaní, Restauración y Dajabón. Y, salvo que los militares encargados de cuidar esas puertas cobren “peaje”, como se hace ahora, difícilmente haitianos indeseables puedan penetrar a nuestro territorio.
Trujillo cometió el genocidio de 1937 y luego pactó con el gobierno de Haití, pues le pagó US$750,000.00 para “dejar la cosa así”, y se llegó al acuerdo de traer anualmente en camiones unos 4,000 haitianos a trabajar en los ingenios azucareros del dictador, devolviéndolos a su país una vez terminada la zafra.
Y fue un éxito ese acuerdo. La República Dominicana se convirtió en uno de los diez países principales exportadores de azúcar, comprándola los Estados Unidos a precio preferencial, inclusive.
Pero todo cambió con el magnicidio. Los ingenios pasaron a una institución conformada para su administración y, finalmente, dichos ingenios “desaparecieron” sin que nadie fuera culpado del asunto. Pero aún así, los haitianos siguieron viniendo, ya no en camión como antes, sino a como diera lugar, trayendo consigo, como pesado lastre, un cúmulo de enfermedades que se consideraban controladas.
Se habla de que aquí no existe mano de obra en la caña para tantos haitianos, y es verdad. Pero entonces han invadido el campo de la construcción. El colmo es que hoy por hoy el 95 por ciento de los “coqueros” son haitianos. Y hay otros que preparan y venden un jugo de naranja que es casi una sentencia de enfermedad.
Pero, ¿ es verdad que no existe mano de obra dominicana, tanto para los pocos ingenios que aún nos quedan, como para la industria de la construcción ? ¡ Mentira ! Dése cualquiera una vuelta por la ciudad en horas de trabajo y verá en decenas de barrios hombres de todas las edades... ¡ jugando al dominó !
Y fíjese en las esquinas donde hay semáforos en rojo y verá hombres jóvenes que con un trapo mojado en la mano insisten en limpiarle el vidrio delantero a su carro. Vaya cualquier autoridad a la 27 de Febrero esquina Winston Churchill y verá decenas de jóvenes haitianos vendiendo aditamentos para los celulares, algunos de ellos exhibiendo una actitud desafiante, hasta el extremo que un señor que iba en su yipeta tuvo que sacar una pistola y enarbolarla para que lo dejaran en paz. Y eso, señores, ¡ lo ví yo hace muy pocos días y tengo testigos de eso !
Pero volvamos al tema de la salud. Y ese tema es de la exclusiva responsabilidad del gobierno enfrentar. Que se olvide del Metro y que defienda la salud de su pueblo que, ante la “invasión haitiana” del SIDA, principalmente, no ha hecho nada y, lo que es peor, pienso que no hará nada, porque lo único en que el Presidente de la República piensa es en inaugurar el Metro antes del 2008, para que sirva como su obra máxima.
Pero nada es más importante que la salud del pueblo.
¡Que lo sepa el presidente Fernández, si es que no lo sabe o lo ha olvidado!
mailto: miturbides@yahoo.com
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