Por Radhamés Gómez Pepín
-DIRECTOR EL NACIONAL, VESPERTINO DOMINICANO-
La sangre no llegará al río por las disparidades entre el Gobierno y la mayoría del empresariado a causa de los planes oficiales ordenados desde el exterior para imponer una reforma fiscal, que tampoco tienen respaldo en los demás sectores públicos.
Tarde o temprano, y posiblemente más de lo último que de lo primero, ambas partes se pondrán de acuerdo y ojalá que, cuando eso se produzca, toda la carga no sea echada de un sólo lado: el de siempre.
Al menos públicamente, estas disparidades no se hacían sentir desde el Gobierno de Hipólito Mejía, cuando los empresarios lo enfrentaron de tal modo que se dice formaron la fuerza decisiva para sacarlo del poder.
Se dijo en esa época que los empresarios eran peledeístas, olvidando que el capital es apartidista y que sólo cree en sí mismo.
O sea, a ese capital usted lo verá siempre del lado que crea favorecerle con su expansión, sea como sea.
Eso lo sabe el paquete de funcionarios del Gobierno que ha estudiado marxismo, aunque en gran parte parece que eso es cosa de la prehistoria romántica.
Se comprueba con el Gobierno actual, con el anterior y con todos los habidos hasta donde alcanza la memoria.
Pero no me parece que hoy en día ese capital se lance a odiseas de las que nadie sabe cómo podría salir.
Porque si también fue de los factores determinantes para el derrocamiento del Gobierno constitucional del profesor Juan Bosch, los tiempos son diametralmente diferentes y como que no están para aventuras ni siquiera de Robin Hood.
Podría hacerse sentir de otra manera, pero hasta límites de prudencia que no puedan ser confundidos.
El asunto es que el tiempo apremia y que algo debe hacerse si es que, finalmente, entrará en vigencia el polémico Tratado de Libre Comercio con Centroamérica y Estados Unidos.
El Gobierno, por ese motivo, es el primer interesado en llegar a un acuerdo con los empresarios, pero esta vez es claro que no puede soltar la soga hasta donde la ha llevado en ocasiones similares, porque podrían llamarle seriamente la atención.
¿Quién? Todo lo sabemos: el Fondo Monetario Internacional que, como control de la economía, ejerce ese mismo control sobre casi todas las demás actividades en República Dominicana, sin excluir las políticas.
Entonces es evidente que la prudencia aconseja que no se cierren la puertas del diálogo abiertas de par en par el lunes en Palacio, aunque no se llegara a acuerdo alguno. Además, Agripino llega hoy de Roma.
Ambas partes deben estar imbuídas en el conocimiento de que, si no se ponen de acuerdo, vendrán órdenes y presiones exógenas que no podrán evadir y que van a darles con el mayor vigor, en una u otra forma.
No quisiera que la orden para un acuerdo viniera del Fondo y muchísimo menos de la Embajada, porque esto sería otro golpe bien sólido a la muy deteriorada dignidad nacional.
Dicen que hablando la gente se entiende y ninguna oportunidad como esta para hablar con toda la claridad que sea posible.
Pónganlo a prueba.
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