lunes, noviembre 27, 2006

Los impuestos y el bienestar

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POR CARLOS DESPRADEL

-DE EL CARIBE MATUTINO DOMINICANO-
El tema de la reforma tributaria ha vuelto al tapete. Es obvio que a nadie le guste pagar impuestos, sin embargo, en algunos países industrializados, los ciudadanos los pagan con mayor resignación y menos disgusto, porque sienten que los gobernantes se los devuelven con creces, mediante la construcción de obras públicas prioritarias, a través de una eficiente administración del Estado, en facilidades que sólo las autoridades legalmente constitidas están en capacidad de suministrar y, sobre todo, en servicios públicos de excelente calidad.

Esta es una de las grandes diferencias que separa a las naciones socialmente desarrolladas, de aquellas más atrasadas.

En mis años de juventud, cuando abrigábamos los más nobles ideales, me enamoré de la social democracia que se practica principalmente en los países del norte de Europa, pues al conocer de cerca este sistema político y social, me convencí de que era el más justo.

En la mayoría de esos países, sus ciudadanos cumplen religiosamente con sus obligaciones fiscales, aún cuando las mismas son sumamente elevadas, pues el Estado les retorna ampliamente el monto de los tributos pagados, lo cuál sólo es posible porque sus gobernantes saben perfectamente cual es el papel que están llamados a desempeñar en esas sociedades.

Estoy completamente seguro de que todos los dominicanos estarían prestos a pagar tributos, incluso superiores al 50% de sus ingresos, así como el costo de los diversos servicios públicos que el Estado está supuesto a brindarles, si a cambio reciben: educación gratis de buena calidad, servicios de salud y medicinas gratuitas, agua potable abundante, electricidad confiable, recogida de basura regular, vías pavimentadas, seguridad ciudadana, orden, transporte público eficiente, una justicia fiable y en fin, todos los demás servicios públicos que hacen la vida placentera en cualquier comunidad social.

El problema en nuestro país es que, además del pago de los impuestos, los hogares tienen que cubrir individualmente la mayoría de estos servicios, con una pérdida innecesaria de tiempo, así como con las incomodidades que esto les acarrea.

En este sentido, terminan haciendo aportes económicos de carácter comunitario, mucho más altos de lo que pagan los ciudadanos de las naciones desarrolladas para recibir estos mismos servicios públicos.

Todas estas calamidades las podríamos superar y por tanto vivir muchos más felices, si un día los dominicanos finalmente les exigimos a nuestros gobernantes, que en una verdadera democracia, al poder se va para servir, no para servirse.


Carlos Despradel es economista

mailto: miturbides@yahoo.com
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http://moises-iturbides.blogspot.com/

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