Por Miguel Guerrero
-El CARIBE, MATUTINO DOMINICANO-
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Las dos jornadas de protestas convocadas por organizaciones populares y sindicatos del transporte para mañana jueves y este viernes ayudarán a poner muchas cosas en claro. Si se le analiza con frialdad, podría ser el termómetro que tanta falta ha estado haciendo para medir la temperatura social del país.
La dirigencia nacional, tanto la empresarial como la política, la que periódicamente se reúne para tomar las grandes decisiones en el campo de la economía, actúa por lo general en función de las realidades dentro de las que se desenvuelve diariamente.
Pero hay otras realidades que se viven en los barrios marginados, carentes de servicios esenciales, con sus calles llenas de fango y escuelas desvencijadas, donde las posibilidades de crecimiento material y espiritual son escasas y a veces inexistentes y en las que los jóvenes apenas tienen ante sí senderos oscuros para echar sus vidas a perder.
Nadie, ni siquiera muchos de los patrocinadores de esas protestas, según supongo, desea que este país se volcanice. Explosiones de carácter social podrían hacerle más daño a la economía y entorpecer los esfuerzos para encarar el enorme pasivo social que venimos arrastrando desde hace décadas.
No obstante, la paralización de actividades anunciada por esos grupos podría tener su aspecto positivo, al permitirnos ver en toda su dimensión el grado de insatisfacción existente en la sociedad dominicana.
Realidad que no alcanzamos a observar sumergidos en ese enorme mar de indiferencia que ha ido profundizando la terrible brecha social característica de la sociedad en que vivimos.
El país demanda sobriedad y tolerancia en el Gobierno y sensatez en los grupos populares. La protesta será provechosa para la nación en la medida en que ambas partes actúen con moderación y se esfuercen para extraer de esas jornadas las lecciones que tanto necesita este país.
Miguel Guerrero es escritor y periodista
mguerrero@mgpr.com.do
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miércoles, noviembre 15, 2006
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