El fallo de Canicoba Corral y las consecuencias políticas. Las relaciones con Venezuela y el silencio de Chávez. Algunas explicaciones del cómo en política internacional y los riesgos de la medida judicial.
Por Lic. Verónica Doval.
Encontrar las causas que llevan ahora a la Justicia Argentina a insistir sobre el pedido de captura internacional a ex funcionarios iraníes en el caso del atentado a la AMIA, no es tarea fácil.
El reciente fallo del juez Canicoba Corral responsabilizó al gobierno de Irán de haber ordenado y ejecutado la explosión de la Asociación Mutual Israelita Argentina que, el 18 de julio de 1994, mató a 85 personas. Pero además, pidió la captura de ocho actuales y ex funcionarios de ese país, entre ellos el ex presidente Rafsanjani, y un líder de la milicia libanesa Hezbolá.
En realidad se trata de la segunda vez –la primera fue en el 2003- que un mismo fiscal solicita y el juez emite un pedido de captura internacional. ¿Es que ahora, doce años después del atentado, cuenta con más pruebas para sostener ese pedido? Quizás es el hecho de haber alejado de la causa al destituido por corrupción juez Galeano lo que hace más creíble el pedido. ¿O es tal vez el contexto favorable a este tipo de acusaciones la que alentó la medida judicial? Como las causas rara vez son únicas, vamos a suponer aquí que las tres contribuyen, tanto como la necesidad de buscar justicia en un hecho que se cobró la vida de tantas personas.
Saber cuál es la posición del gobierno es la segunda tarea que se presenta difícil. La justicia debe ser independiente, y un juez actúa guiado por las pruebas, sin tener que dar otras explicaciones. Pero los órganos del Estado lo representan a nivel internacional, y la relación política con, en este caso Irán, queda también afectada.
Una acusación como esta, que recae directamente sobre funcionarios del gobierno iraní, no es menor. Las contribuciones de la Cancillería nos pueden dar una señal de que el presidente apoya la causa, porque un gobierno como el de Néstor Kirchner no habría dejado pasar tan indiferentemente una causa tan complicada si no estuviera de acuerdo. Apoyarla es un gesto interno, pero defenderla más enfáticamente lo pondría en conflicto con otros intereses locales que desde el principio han estado a su lado. De hecho, si no fuera por la salida del gobierno del Subsecretario de Tierra y Hábitat y ex piquetero, Luis D’Elia, las acusaciones de Argentina sobre Irán habrían pasado desapercibidas para la mayoría de la opinión pública.
Lo cierto es que la decisión de la Justicia Argentina coloca al país en medio de un conflicto mundial del que no puede darse por desentendido al acusar a Irán, y en gran medida, también pone un signo de pregunta sobre el rumbo de su política exterior.
Occidente, y Estados Unidos a la cabeza, se encuentran hace meses enfrascados en la tarea de poner un freno al programa nuclear iraní, argumentando que el objetivo último del actual gobierno del presidente Ahmedinejad es la construcción de armas atómicas. Es por eso que Washington (fiel aliado de Israel) reaccionó tan rápidamente demostrando su apoyo a la causa nacional y elogiando al sistema judicial argentino. Es que la atención internacional sobre el caso Irán ayuda al caso argentino, pero además lo ayuda a Bush en su estrategia anti-Irán. La administración estadounidense puede usar las acusaciones argentinas en su búsqueda de apoyo internacional para sancionar al gobierno de Teherán si decide seguir adelante con su programa nuclear. Y nuestro país lograría también la atención y colaboración de los países aliados de Estados Unidos.
Por otra parte, una lectura de las acusaciones a iraníes como la búsqueda de acercamiento a los Estados Unidos, en detrimento del declarado "amigo" venezolano Hugo Chávez, es exagerada. Las relaciones internacionales no se establecen por derivación. El hecho de que Venezuela se identifique como aliado de Irán en el continente, no implica que Argentina también lo sea. Y mucho menos que el pedido de captura de los iraníes signifique la búsqueda de un acercamiento a Estados Unidos y un alejamiento de Venezuela. Argentina nunca ha involucrado en esta cuestión a Venezuela, y todo indica que no tiene intención de hacerlo.
Pero es en todo caso el verborrágico Chávez el que puede tener una palabra más. Raro es que todavía no haya manifestado su opinión públicamente. Probablemente las elecciones presidenciales del mes que viene, en las que intentará renovar su mandato, lo tengan demasiado ocupado. O quizás sólo haya preferido manifestarla solamente a través de un portador, enviado a la Embajada de Irán en Buenos Aires, con una carta que expresaba el apoyo a los iraníes ante un error de la Justicia Argentina.
Si Estados Unidos decide, como algunos medios lo adelantaron, utilizar el caso AMIA en su ofensiva contra Irán, los cruces y las tensiones diplomáticas entre Buenos Aires y Teherán irán en aumento. Argentina no es hoy uno de los más importantes frentes de conflicto de los iraníes, aunque si Washington insiste en involucrar este caso en su estrategia, los enemigos se pueden confundir.
Argumentar un cambio del rumbo de la política exterior argentina basado exclusivamente en el caso AMIA, así como la interpretación de las acusaciones a iraníes como un gesto de Argentina a los Estados Unidos, no es correcto. En todo caso se trata de una coyuntura –que puede aprovecharse tanto por parte de EEUU – como una arista más de su guerra contra el terrorismo – como de la Argentina – para mostrar compromiso con la comunidad internacional en contra de la impunidad. Pero, en definitiva ambas lecturas no son más que coletazos de un gran gesto hacia adentro, de un gobierno que prometió diferenciarse de los anteriores y desea mostrar cómo las palabras se convierten en hechos.
Analista Internacional. Departamento de Análisis de Coyuntura.
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