MANUEL A. FERMÍN
-DE HOY, MATUTINO DOMINICANO-
Aunque el gobierno tuvo que orientarse por la estabilización y las políticas de ajustes, no ha descuidado superar la vulnerabilidad a las variaciones externas y naturales, como tampoco defender los valores sociales. Los gobiernos generalmente emprenden una de las dos, pero raramente las dos iniciativas a la vez.
Esta peculiaridad, que favorece la reelección, parece que se va imponiendo en América Latina y pasó con Menen, Fujimori, Uribe y últimamente se ha lanzado Lula con un tropiezo en Brasil a causa de desestimar el discurso redentorista de los pobres por el de redentor de los pudientes; incluso, llegó a decir: “Nunca los encopetados habían ganado tanto dinero como con el revolucionario Lula”.
Esto explica por qué jamás se deben trocar las dignidades de las que usted es depositario. Desde luego para la reelección sería ingenuo utilizar las mismas estrategias políticas y electorales, aun hayan sido exitosas para el ascenso al poder. Y es que la reelección implica otra condición: superarse a si mismo; debe sentirse y valorarse que no hay vacilación en querer seguir; no es conveniente que la gente perciba que el que quiere reelegirse no es capaz de superar sus propios errores, pues se arriesga a “cambiar de montura cruzando el río”.
El doctor Leonel Fernández ha tenido extraordinarios resultados electorales por ser como es: su innegable talento le llevó a aprovechar las circunstancias de impedir la ascensión al poder de un candidato querido por muchos y adversado por más; asimismo, su bien ganado prestigio sirvió de soporte para derrotar un gobierno rematado y comprobadamente malo. El ha seguido con un carácter manso y “dulce”; es un presidente con un enfoque de voluntad creadora, sobre la brutalidad y la violencia del poder. Es un hombre de derecho. Su carisma es fuerte a pesar del desencanto de muchos votantes; pocos sectores le niegan su apoyo. Menos todavía entre quienes viven el sentimiento de la generosa esperanza que siempre acompaña a quien entra a la política con necesidades concretas y no abstractas.
Este comportamiento ha ido creando un clima de compromiso con la reelección, gracias, además, a la fuerza intelectiva de la que él hace galas mientras sus adversarios son políticos de ocasión, incapaces de renovarse y de adquirir nuevos bríos. Más escasos aun son los que pueden exhibir rectitud de conciencia que es en definitiva lo que hace que el poder se afiance en la población y ésta vea con entusiasmo a su redentor y no que le decepcione.
Pero hay un rasgo que distingue al pueblo dominicano, y es que es un pueblo veleidoso, que valora sus gobernantes tanto por le deslumbramiento de la oratoria fluida y suelta que supera las vacilaciones de la improvisación como por la astucia y la sagacidad para defenestrar a gente que está demasiado cerca del poder, genios del halago y de la cortesanía, que encallan en estructuras oficiales pero que no debe permitirse la compasión con ellos porque sería un acto de imprevisión política. Los presidentes, como llegan a creer que su mandato obedece a lo imponderable, no saben corregir esta insana influencia que lamentablemente parece insuperable. El presidente Fernández conoce la actitud que se manifiesta en sumo grado en los que ejercen el poder.
Esperamos que no le absorban las intrigas cortesanas y se imponga su personalidad poderosa para corregir este escollo que atenta con su repostulación.
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