domingo, noviembre 26, 2006

Juan Pablo Duarte en Venezuela

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GUSTAVO WIESE DELGADO

-DE HOY, MATUTINO DOMINICANO-


El pasado día 14 de noviembre ofrecí en la Escuela Diplomática de la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores una conferencia sobre la vida de Juan Pablo Duarte en Venezuela, en representación de la filial venezolana del Instituto Duartiano de Santo Domingo y como aporte a nuestra Cancillería de quienes hemos participado en el ejercicio diplomático.

Si es indispensable que todo dominicano, como fundamento de su conciencia de nacionalidad tenga conocimiento de la historia del nacimiento de la República y la actuación del Padre de la Patria, perentorio es que el representante diplomático en el exterior esté muy ilustrado sobre ello. Se comentó la existente grave falta de conocimiento sobre Juan Pablo Duarte y la historia dominicana por no habérsele dado la debida importancia en los planes de educación y los esfuerzos que actualmente realiza el Instituto Duartiano con el apoyo de la Secretaría de Estado de Educación para que en todas las escuelas del país se imparta dicha enseñanza.

Sabemos que desde el mismo nacimiento de la República hubo tendencias e intereses económicos, locales y extranjeros, que se enfrentaron al Proyecto Duartiano de un pueblo soberano e independiente con un Estado libre de toda intervención extranjera. Esas tendencias se han mantenido activas durante todo el transcurso histórico dominicano y todavía realizan acciones y difunden leyendas negativas sobre Duarte, que perjudican al país y van en contra del orgullo nacional y la autoestima del dominicano. Esa negatividad se manifiesta dañosamente en la indiferencia o incapacidad de defender los intereses dominicanos en el exterior y en la actitud de intelectuales en el país prontos a negar los merecimientos de Duarte y su familia y el valor de la doctrina duartiana. Por ejemplo, suelen menospreciar que la familia Duarte Diez entregó su fortuna a la causa de la Patria, aportó la cotidianidad de su presente y su futuro y soportaron el vejamen de que la anciana madre con sus hijas, hijo menor y nietos fueran arrojados del país a tierras extrañas a donde llegaron pobres, habiendo sido ricos. Gracias a que sus tíos, los hermanos Diez, tenían buena posición económica en Venezuela, tuvieron amparo y pudieron sobrevivir, pero nunca sobreponerse del trauma que sufrieron, ni el hermano menor recuperar la razón que perdió. Se atreven a ignorar que el pueblo dominicano nunca podrá pagar lo que ellos dieron y el inmenso daño que sufrieron. Algunas de las consejas difundidas se refieren al período de treinta y un años la vida de Juan Pablo Duarte que transcurrió en Venezuela, sobre el cual hasta reciente fecha pesó una oscuro manto. La conferencia consistió en demostrar que Duarte no fue un indigente, que no fue un anacoreta retirado a la selva del Orinoco y que le corresponde el título de héroe y no el de apóstol.

Aunque consideramos que la pobreza no es un estigma, debemos enfrentar la maldad de los enemigos de Duarte que se complacieron en disminuirlo difundiendo la figura de un Duarte indigente que pedía limosnas.

También desmentimos la leyenda de que se retiró por varios años a las selvas del Orinoco a rumiar su pena. Igualmente rebatimos el error de cubrirlo con el manto del apóstol o del Cristo. El complejo de disminuir al Padre de la Patria se ha manifestado en diversas formas y todavía leemos afamados historiadores que escriben falsedades como “la casita en que murió Duarte”, “el humilde cementerio en que fue enterrado” o “conocida su mentalidad retraída y melancólica” y oímos animadores de televisión que dicen con acento conmiserativo, “el pobre Duarte”. En discurso pronunciado por la historiadora y antropóloga Cecilia Ayala de Wilbert, oímos: “Señores, a ese hombre, al General Duarte, le hemos delineado una imagen equivocada, una imagen quijotesca, un día comenzamos a llamarlo “apóstol”, dignidad muy loable ésta pero que en los oídos de las multitudes universales tiene otras connotaciones, otras reminiscencias. Un apóstol no se distingue por alzar banderas y crear una revolución libertadora, un apóstol no se caracteriza por redactar una Constitución de una república, un apóstol es un misionero, un evangelista, un catecúmeno”. Se demuestra el error de atribuir a Duarte la condición de mártir o apóstol en vez de la del héroe que a los treinta y un años ha despertado la conciencia de la nacionalidad en un pueblo y logrado su constitución como Estado independiente.

Invitamos a leer la obra de la historiadora y antropóloga Cecilia Ayala de Wilbert, publicada por el Instituto Duartiano de Venezuela y presentada por el Instituto Duartiano de Santo Domingo en la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña el 5 de noviembre de 2003, en la que documentadamente se da a conocer que Duarte en Venezuela tenía una posición económica y social airosa y amigos políticos muy encumbrados. Al respecto citamos el caso del primo hermano de Duarte, doctor Manuel Antonio Diez, político y prominente intelectual, quien fue Presidente Encargado de Venezuela y quien declara que admira a su primo Juan Pablo.

Respecto al retiro de Duarte a la selva se cita la falta de documentos en qué fundar dicha hipótesis y el posible origen de la leyenda por desconocimiento de la geografía de Venezuela y equivocada interpretación del lenguaje.


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