jueves, octubre 12, 2006

Y ahora. La placa

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PEDRO GIL ITURBIDES

(DE HOY, MATUTINO DOMINICANO)
Lo he dicho otras veces. Somos propensos a las actitudes, los compromisos y los objetivos procurados con inconsistente desempeño. Y esta conducta la asumimos ante las grandes conquistas, y ante las minucias de la vida como la aplicación de leyes, reglamentos y disposiciones relacionadas con el tránsito vehicular. Amanecemos un día en que detenemos a todo motociclista que transite por algún elevado citadino. Luego pasamos semanas enteras en que los vemos correr por estas estructuras viales, sin que les llamemos la atención. Porque hoy no nos toca obligar al cumplimiento de esa disposición administrativa.

Por supuesto, este es un ejemplo. Porque esta inconsistencia, en materia de las políticas del tránsito, se repite en muchos aspectos. Fuera del uso de los elevados, está el caso de los cascos protectores, aplicable a los motociclistas . La regla del honor no es válida entre nosotros. Por tanto, cabe la imposición. Pero cuando la persecución es intermitente, se torna exasperante en vez de conducir a conductas correctivas.

Empero, no hablemos de ello, pues lo actual no son los cascos, porque eso no está anotado dentro de nuestras intermitencias.

Ahora toca el turno a las placas de número, de cuya renovación del derecho fiscal, depende que marchemos por esas calles de Dios sin mayores tropiezos. Aunque parezca paradójico, sin embargo, ¡ya quisiéramos tener inconvenientes hasta que todos mostremos el marbete de renovación! Me sospecho, sin embargo, que ello no ocurrirá. Nos detendrán, eso sí, a los que tenemos la dichosa calcomanía, para examinarla con lupa. Luego nos dejarán continuar el camino.

En cambio, conducirán sus vehículos sin tener que ofrecer explicaciones a nadie, aquellos que desde hace años circulan con placas de número de los días de Concho Primo. Y que no me digan que exagero. Porque desde el día en que se anunció el acuerdo destinado a restringir el movimiento de vehículos que no porten placa de número actualizadas, he contado los que no la portan, o exhiben placas viejísimas. Confieso que el número es aproximado, pues en ocasiones me he preguntado, ¿y ese vehículo no lo tengo en mi lista?

Y como la relación es mental, lo elimino, o lo sumo con dudas. Pero les aseguro que desde agosto hasta principios de esta semana acumulo la friolera de doscientos catorce automotores. Este número no incluye motocicletas, sino aparatos de cuatro o más ruedas. Entre los que no poseen ninguna placa, ni vieja ni nueva, admito que la relación incluye vehículos nuevos. Su presencia en las calles me obliga a suponer que el departamento a cargo en la Dirección General de Impuestos Internos está procesando la expedición.

Aún así, entre los que transitan con placas de número de varias generaciones anteriores, y estos sin placa, alcanzan a la cantidad señalada. Hemos visto detener conductores que marchan en vehículos que aparentan, en lo externo, encontrarse al día en lo relativo a esta obligación. En cambio contemplamos que circulan sin obstáculo alguno, esos que no solamente carecen del marbete del último año, sino que, peor aún, muestran la placa de número de muy vieja edición.

Y nadie me diga que son indetenibles porque son jerarcas imperturbables. Que nadie lo diga, pues entre aquellos que se burlan de todos nosotros, contemplo fotingos. Y la natural petulancia de todos los jefes, políticos y de otras áreas del quehacer nacional, les impide andar por nuestras calles en un aparato desvencijado.

Creo, por tanto, que ha llegado la hora de corregir esta práctica que incita a otros ciudadanos poco afectos a la disciplina social, a cumplir sus obligaciones relacionadas con los reglamentos de circulación vehicular. No deben los agentes detener únicamente a quienes no tienen colocados los marbetes en los cristales del frente de los vehículos. Preciso es que también cuestionen a aquellos que, a lo largo de años, han obviado, con notorio éxito, acogerse a la obligación de sacar placas de números.

Porque de otro modo, con el ejemplo de tanto incumplidor que logra burlarse de la sociedad, prometo no volver a sacar placa de número jamás. De ese modo, laxitud y lenidad serán el escudo de la falta de perseverancia nacional.

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