lunes, octubre 30, 2006
Incertidumbres sobre la cumbre de Montevideo
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FERNANDO JÁUREGUI
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La gran cita anual está a punto de comenzar. A finales de esta semana se inicia la cumbre iberoamericana de Montevideo. En estos momentos, a punto de empezar algunos de los encuentros paralelos -uno periodístico, otro de empresarios, otro de movimientos sociales-, y, como ha ocurrido casi siempre, ni siquiera existe una nómina cerrada de participantes: todos dicen que acudirán, aunque algunos suelen «descolgarse» por cualquier motivo a última hora. Y, sin embargo, estas reuniones, para España, tienen gran trascendencia, especialmente desde que se convirtió en una potencia inversora en América Latina.
Estas cumbres anuales constituyen la única reunión internacional a la que asisten simultáneamente el Rey y el presidente del Gobierno; es el esfuerzo de diplomacia multilateral más notable del Estado español -también ha venido suponiendo un importante desembolso económico- y, no obstante, aún persiste la incertidumbre acerca de la asistencia de algunos mandatarios notables iberoamericanos. Así, el argentino Néstor Kirchner y el boliviano Evo Morales, con los que las relaciones españolas han sido ocasionalmente tormentosas, dijeron inicialmente que sí acudirían, aunque la verdad es que nadie podría afirmar con toda seguridad que estén presentes cuando, el sábado, se inicien formalmente las sesiones. El presidente cubano, Fidel Castro, cuyo estado real de salud se ignora, está claro que no irá a la capital uruguaya, siendo sustituido, como otras veces, por el vicepresidente Lage. Los nicaragüenses tampoco asisten, abocados a un proceso electoral que puede dar de nuevo la victoria al sandinista Daniel Ortega. México estará representado por el presidente saliente, Fox, aún en el cargo: quién sabe quién acudirá el año próximo, en medio de la turbulencia entre Calderón y López Obrador. Lula, reelegido este domingo, sí ha prometido estar en Montevideo.
El recuento sigue estos días, en los que la política interna en España está dominada por las elecciones catalanas y la externa por está cumbre que llevará a Montevideo al monarca, al presidente del Gobierno y a los rectores de la diplomacia española, comenzando por el ministro Moratinos y las secretarias de Estado Trinidad Jiménez -éste será su bautismo de fuego como responsable de las relaciones con Iberoamérica- y Leire Pajín, cuyo papel en la cooperación con América Latina está siendo ascendente, como lo son los presupuestos dedicados a este capítulo.
Cunde la sensación de que a estas cumbres, que ya llevan 16 ediciones -ésta es la segunda que cuenta con la presencia del secretario general iberoamericano, el uruguayo Enrique Iglesias-, hay que darles un nuevo contenido, porque, desde que se pusieron en marcha, en 1992, muchas cosas han cambiado en América Latina, donde el «chavismo», que sin duda ganará nuevamente en las urnas en diciembre en Venezuela, se ha introducido y avanza como un fenómeno nuevo y preocupante. Sobre todo, para los intereses españoles en la zona, que han adquirido una gran envergadura, superando en varios casos a los Estados Unidos.
Muchos observadores se preguntan si han meditado lo suficiente la presidencia del Gobierno español y la diplomacia española en general sobre este fenómeno pujante y aún desconcertante que es la trayectoria inminente de América Latina. De momento, responden en Exteriores, se ha creado una Secretaría de Estado para Iberoamérica, y su titular, Trinidad Jiménez, va a recorrer, junto con Moratinos, varios países americanos en estos días de «precumbre». Sin embargo, eso no parece ser bastante, y muchas voces creen precisa una mayor presencia del propio Zapatero en la zona.
De momento, Zapatero parece haber decidido definitivamente no «dar el salto» a Chile, próximo anfitrión de la cumbre iberoamericana de 2007, tras su estancia en Montevideo, contra lo que eran sus planes iniciales. En efecto, ZP dijo a la presidenta Bachelet que acudiría a Santiago de Chile aprovechando una reunión allí de la Internacional Socialista. Sin embargo, las cuestiones internas cada vez ocupan más espacio en la agenda del mandatario español, lo que sin duda va en detrimento de la acción diplomática española, que precisa de una nueva ofensiva en un subcontinente que, en palabras del propio Enrique Iglesias, tiene residenciada la llave del futuro. Sobre todo, claro, para España.
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