viernes, octubre 27, 2006

Pompas de jabón

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Fausto Masó/maso1950@cantv.net
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Chávez no lo ha notado, pero grandes cambios están ocurriendo internacionalmente que vuelven aún más su política exterior un fenómeno local y menor, casi una excentricidad.

El Presidente venezolano supuso que la Casa Blanca era un verdadero eje del mal. No es así. A pesar de la evidente impopularidad del presidente de los Estados Unidos, el resto del mundo no busca derrotar a ese país, lo necesita en muchos casos, reconoce su poderío militar y económico, no desprecia al principal mercado de exportación. Por el contrario, supone que esa debilidad puesta de manifiesto en estos dos años en la guerra de Irak obligará a los Estados Unidos a abandonar cualquier intento de construir un mundo unilateral. Estados Unidos derrotado por las guerrillas shiitas se está volviendo un tigre de papel.

En Asia, Washington acepta que sea China la que diga la última palabra en el caso del rearme nuclear coreano, no pretende ninguna solución militar, reconoce que carece de recursos para provocar una guerra con Corea.

En Irak una comisión de alto nivel, presidida por James Baker, el ex secretario del Departamento de Estado en tiempos de Bush padre, ha insinuado que recomendará retirar las tropas de Irak e iniciar conversaciones con Siria y con Irán.

Esto representa un viraje de 180 grados en la política norteamericana, el reconocimiento que no hay soluciones militares y que a USA le conviene admitir respuestas políticas, acercarse a Irán y Siria.

Imperceptiblemente el mundo ha cambiado. Los Estados Unidos con esa gran flexibilidad que históricamente les ha permitido adaptarse a nuevas circunstancias, están abandonando cualquier política unilateral y procurando acuerdos internacionales con las otras grandes potencias.

El presidente Chávez ignora lo que está ocurriendo en los Estados Unidos, no comprende que su antiimperialismo no lo comparte el resto del mundo, ni siquiera en América Latina, porque quizá sólo las fuerzas más extremas del mundo musulmán quieran llevar una guerra a muerte con los Estados Unidos.

La votación en la ONU demostró que si bien los países no simpatizan con Bush tampoco quieren acabar con los Estados Unidos ni propinarle derrotas diplomáticas. Bush hoy es un presidente con un poder debilitado, en un país nuevamente consciente de sus límites, donde la élite norteamericana no apoya continuar indefinidamente la guerra en Irak. Al contrario, busca una salida, la que amenaza con volverse una huida precipitada como ocurrió en Vietnam.

A pesar de su habilidad política, de su audacia, Chávez imagina un mundo que no existe. No comprende que ni él ni nadie se volverá un líder de América Latina, porque los otros países no aceptarán que los mande el Presidente venezolano, aplicarán la política que les convenga, como siempre ocurre. No hay dos grandes bloques enfrentados mundialmente, sino una diversidad de conflictos regionales donde las alianzas cambian de un día para otro. Los chinos aceptan las posibilidades de invertir en Venezuela, disponen de una cantidad enorme de dólares, los que prefieren utilizar en adquirir campos petroleros que dejar que se devalúen. Para Pekín colocar cuatro mil millones de dólares en nuestro país no representa una inversión exagerada ni los obliga a enfrentarse con los Estados Unidos. Venezuela en el contexto mundial representa un pequeño país cuya importancia depende del petróleo, sin capacidad de proyectar su poderío fuera de las fronteras. Cuando Chávez habla de defender la revolución boliviana ignora que el Ejército venezolano no cuenta con instrumentos para trasladar tropas de un lado a otro. Cuba envió 100 mil hombres a África porque contaba con el apoyo logístico de la Unión Soviética y unas fuerzas armadas con un poder único en este continente. El Ejército venezolano no ha podido defender adecuadamente las fronteras contra el ataque de la guerrilla, ¿cómo podrá mandar tropas al extranjero?

Esas son las realidades que olvida Chávez y por las que su discurso se vuelve retórica, sus amenazas vacías. Para los venezolanos Chávez es una amenaza real, y también para los países vecinos, que sí toman en serio a Chávez, por su capacidad de financiar campañas políticas, o de volverse un mercado importante para Colombia, por ejemplo.

Aunque los candidatos de izquierda triunfaran en Ecuador o México sus políticas no las dictaría Caracas, como lo demuestra el caso brasileño. A Lula le convienen las relaciones con Chávez por razones políticas y económicas, pero Chávez nunca le dictará a Brasil lo que tiene que hacer. Ni siquiera lo logra hacer en el caso de Evo Morales, que sí depende mucho de la ayuda económica que le envía Chávez, pero aún así rechaza volverse un satélite de Caracas.

Al final los hechos demuestran que la política internacional caraqueña es como una especie de pompas de jabón, llamativas pero sin consistencia alguna. Chávez puede quedar como una curiosidad en política internacional: un tigre desdentado.

La izquierda latinoamericana puede resurgir, igual que en otras partes del mundo, pero no la comandará Chávez sino nuevos líderes, como Lula, por ejemplo, que preside un país con un peso inevitable en América Latina.

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