domingo, octubre 15, 2006

Un singular enemigo de Trujillo


José Abigail Cruz Infante

(DE EL LISTIN DIARIO, MATUTINO DOMINICANO)

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Rafael Trujillo, el duro y sempiterno dictador dominicano del siglo pasado tuvo numerosos enemigos durante su cruel mandato, algunos de ellos lo combatieron hasta la muerte y otros claudicaron frente a sus presiones de hombre fuerte. Fue un periodo de heroísmos, y de claudicaciones. Los testimonios del valor y el coraje de los que enfrentaron la dictadura deberán ser recogidos y puestos al conocimiento de las generaciones nuevas, que no imaginan esos episodios. Es necesario que se conozca y se valore en sus reales dimensiones el valor espartano de hombres como el doctor Toribio Bencosme, médico mocano emigrado, que con los años alcanzó gran prestigio en Venezuela; rico propietario de haciendas que con más de cincuentas años cumplidos vino y se inmoló en la gesta del 1959 (Maimón, Estero Hondo) como jefe médico de la expedición, sólo por su amor a la libertad del pueblo dominicano.

Gugú Henríquez, médico también; sobrevivió a la invasión anterior de Luperón en 1949, resultando prisionero y encarcelado. Liberado se marcha al exilio de nuevo y regresa a inmolarse en la invasión de Constanza en 1959. Pasta de héroe, luchador democrático, un ejemplo de valentía. Alfonso Moreno Martínez, a quien le matan en San Francisco de Macorís a su hermano Nono y decide asilarse en una embajada con sus hermanos Pilía y Luis; abandona -provisionalmente- el asilo y vuelve a San Francisco para acompañar a su esposa Ligia Portalatín en su momento de alumbramiento de su hijo menor. Son muchos los ejemplos que se pueden citar de hombres y mujeres que demostraron una entereza moral y un valor sin límites en su resistencia contra Trujillo.

Militares y soldados, que conscientes de la impiedad y crueldad del régimen no vacilaron en participar en atentados y complots para liquidar la tiranía, arriesgando sus vidas que en muchos casos las perdieron efectivamente. Son jalones de fibras patrióticas, enaltecedoras posturas que lamentablemente se han ido olvidando tal vez en nuestro país.
La falta de dignidad, el afán de lucro, la carencia de ideales patrios, la atractiva ilusión de la vida fácil y lisonjera han mermado los valores de una sociedad altiva y vigorosa como la que resistió a Trujillo en múltiples manifestaciones a lo largo del tiempo. Los adversarios de Trujillo que se quedaron en el país sabían bien los peligros que esa posición entrañaba, lo sabían y se arriesgaban conscientemente, algunos de forma osada y temeraria, que eran más que desafectos, desafiadores claros del hombre fuerte. Otros se refugiaban en sus hogares, oficinas y negocios y veían pasar tranquilamente los años de oprobio sin osar levantar quejas o protestas contra el tirano y sus acólitos.
Era el precio de poder sobrevivir dentro del ámbito de terror que cubría la República durante esos lustros de oscurantismo. Un escritor de provincia, con aires de historiador, el amable y risueño J. Agustín Concepción, con un manejo grácil de la historia y del lenguaje escribió hace años un opúsculo que tituló “Trujillo no siempre obligó”, queriendo demostrar la tesis de que Trujillo recibía adhesión a su persona y causa sin tener que obligar a nadie. Pareciera que el escritor de marras olvidara convenientemente la naturaleza del régimen y sus sutiles medios para coaccionar a los ciudadanos para que se mostraran fieles y conversos a la política del Jefe. Olvidaba, en Santiago de los Caballeros, el caso del Dr. Pedro Antonio Garrido, que inicialmente se entusiasmó con Trujillo pero a poco desencantado se declaró su enemigo.

Este médico y abogado sufrió represión, exclusión y privación de su libertad. Se veía atenuada su situación gracias a un hermano que era de los favoritos del dictador en esos momentos. A consecuencia de una disputa personal sostenida entre el doctor Garrido y el procurador fiscal de Santiago, en esos momentos señor Daniel C. Henríquez, se suscitó un juicio penal en el cual el Dr. Garrido tenía las de perder como acusado de agresión contra la autoridad judicial más importante de la provincia. En busca de salida a su preocupante situación Garrido recurrió a un ardid, creyendo que sería su salvación. Antes de la fecha del juicio solicitó su inscripción al Partido Dominicano, el de Trujillo, cosa que no había hecho en los años anteriores. Con esa acción pretendía aliviar su suerte. Pero no contaba con la tenaz capacidad de Trujillo para no perdonar ni olvidar lo que consideraba agravios políticos hacia su persona o causa. Para desgracia del solicitante, Trujillo se encontraba en su residencia temporal de San José de las Matas, donde se entera de la situación.
De inmediato le escribe al presidente del Partido Dominicano, en fecha 13 de agosto de 1937, una carta en su calidad de “Jefe Supremo” de la organización, de no aceptar la solicitud de ingreso del Dr. Garrido, pues éste se encontraba subjúdice y como una medida moralizadora no podía ser aceptado en el seno del partido. “No es el acto de una conciencia pura”, escribió Trujillo en su carta mencionada. Trujillo en pose de moralista. La verdadera razón de esa actitud la encontramos en que el Dr. Garrido se identificó con el levantamiento de Desiderio Arias en el 1931 y censuró la decapitación de este aguerrido general de la manigua. A propósito del salvaje acontecimiento, el doctor Jottin Cury publicó recientemente un sazonado trabajo periodístico sobre el tema, y aunque aclaró que no es historiador, aportó valiosas acotaciones sobre el hecho. Nosotros poseemos testimonios irrefutables sobre el mismo tema y, oportunamente, con el permiso de Jottin y Pedrito Delgado Malagón haremos nuestras acotaciones. La muerte de Desiderio trajo mucho luto y dolor a Santiago, él era un líder admirado en todos los sectores de la sociedad santiaguense.

Era el líder de los “patas prietas”, que tenían mucho arraigo en todo el Cibao. La enemistad entre Ercilia Pepín, ilustre educadora de Santiago, y Trujillo se originó en ese hecho, pues la señorita Pepín era muy amiga de doña Pomona, la esposa de Desiderio y en tal virtud estuvo con ella acompañándola en esos días de dolor. Trujillo no perdonó ese gesto de solidaridad y lo consideró un desafío a su política de exterminio. Fueron así las adhesiones y desafecciones de la Era: buscadas, y provocadas, pocas veces espontáneas.
abigail@verizon.net.do

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