viernes, octubre 13, 2006

Waddys Jáquez: Contundente

<>

CARMEN IMBERT BRUGAL

(DE HOY, MATUTINO DOMINICANO)
Nadie describe como él la derrota. Ni caricaturiza el triunfo y reivindica el fracaso, denuncia prejuicios, exclusiones y riesgos. Waddys Jáquez retoza con la crueldad. Conoce esa marginalidad del cuerpo y del alma que trasciende clases sociales. Describe los retazos de seres humanos que se pudren en las esquinas del Bronx, en las avenidas de Madrid, en los burdeles de Ámsterdam, en los enclaves turísticos nacionales.

Las aspiraciones inútiles de tanta mujer emigrante, de tantos hombres que usan la navaja como pasaporte y sus atributos sexuales como permiso de residencia. Juguetea con el dolor disfrazándolo de carcajada. Nadie como él retrata el zaguán y la fritura, el catre y el velorio, la yola, la maleta. Lo que esconde la seda y el caviar, el colágeno y el gimnasio, la sacristía y el internado, la falacia filial, la extorsión afectiva. Transgrede contando verdades lacerantes.

Ha conseguido lo excepcional. Es un artista de culto. Difícil lograrlo en el país, alejado de la bachata. Los fieles adeptos persiguen sus presentaciones por doquier, repiten frases de los personajes, recrean las peripecias de sus travestis, chulos, prostituidas, sanky. Lamentan los avatares de sus violadas, exiliadas de la miseria, viudas, gays. El tesón de sus deformes, el desconcierto de la burguesa ahíta de lujos y sin esperanzas, rodeada de objetos y sin ningún cariño, sin ningún gusto más allá de la posesión.

En esta época de medianías y frivolidades. De intentos grotescos y apuestas fallidas para lograr un cine dominicano, la pervivencia del teatro tiene el nombre de Waddys Jáquez. Regresa al escenario con cero, como si no bastara el éxito obtenido con Pargo: Pecados Permitidos, Camaleón y Las Siete Puertas, Letal. CERO plasma el desgarro de una sociedad ignorante, indiferente, hipócrita, que prefiere vivir con sus miserias, traficar con ellas, transformarlas en espectáculo. Como si la infección con el virus de inmunodeficiencia adquirida -VIH- ameritara caridad y fementida solidaridad. Como si su erradicación dependiera del reguero de lágrimas y compasión.

El actor, productor, director artístico, reniega del pesimismo. Agarrado del humor, con el soporte invaluable de dos excelentes actrices dominicanas convoca la esperanza. Y proclama: han pasado veinticinco años desde que fueran diagnosticados los primeros casos del síndrome de inmunodeficiencia adquirida -SIDA- y a pesar del los esfuerzos, campañas millonarias, promociones, celebridades, galas benéficas, lacitos rojos, experimentos y nuevos hallazgos, la terrible epidemia sigue expandiéndose por todo el mundo, siendo la zona del Caribe una de las más afectadas. Nuestro CERO no pretende ser un canto a la desolación, ni una oda al dolor sino un grito de alerta, un eco que refleja las voces de aquellos que de alguna manera fueron afectados directamente por esa pandemia...” Son nueve historias, doce personajes. Tres artistas desdoblados, multiplicados, engrandecidos. Dos divas, dirigidas de manera magistral, que ofrecen lo mejor en cada una de sus soberbias interpretaciones. Desde la ingenuidad hiriente y mancillada de Clarivel- Carlota Carretero- hasta la angustia desolada de la Señora Chanel -María Castillo- ningún espectador puede permanecer indiferente. Es imposible. Como imposible es no sentir la fragilidad de Huracán García- Waddys- añorando a Sobeyda, avergonzarse con lo dicho por Vinicio, “el pájaro”, inconsolable por la muerte de “La Domi” o reconocer a cualquiera en Marina, La Positiva que no sucumbe a pesar de cargar sobre su vida tres taras malditas. O en La Bolero, repitiendo la frase que preserva el amor en la mala vida: “con la boca no”. Todos sitiados por el monstruo, todos castigados por el Sida inventando alegrías para sobrevivir, “para no ser comidos por el olvido”.

Waddys no es Cristóbal de Llerena ni Emilio Aparicio, sus críticos tienen que entenderlo. Por ser diferente y hacer propuestas distintas incluye en sus montajes animación, audiovisuales, música. Cero no es discutible, como expresó un espectador luego de las ovaciones que recibió el montaje la noche del viernes en la Sala Ravelo. Es mejor verla. Estremecerse.

Una experta ha dicho que el teatro de la región “como manifestación de la cultura caribeña produce síntesis de sistemas expresivos, fusiona canto, palabra, danza, narración, actuación, imagen, color, transforma esencias...” Él escribe, concibe y presenta un teatro nada clásico, sin atadura o fidelidad a escuela alguna. Aprovecha de todas algo. Asume la diversidad.

Jáquez tiene un compromiso con la calidad, lo honra con cada entrega de su repertorio. Esta vez el aserto es mayúsculo. Carlota Carretero y María Castillo ratifican con su actuación el poder que las caracteriza. Cero suma cien al trabajo del elenco. La contundencia está presente desde el principio. Quizás algunos comprendan y aprendan, a través de la diversión, el alcance de la pandemia. El peligro que acecha detrás del beso rutinario y entiendan, después de disfrutar y aplaudir, que “el antídoto somos todos”.

Volver al Directorio:

http://moises-iturbides.blogspot.com

No hay comentarios.: