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TONY RAFUL
-DE EL LISTIN DIARIO, MATUTINO DOMINICANO-
Hay gente que cree que no tiene que recordar y no se da cuenta que todo se convierte en pasado, incluso el aquí y el ahora, el intenso instante en que vive. Todo se vuelve cenizas, escombros insuficientes para datar una permanencia, solamente la historia sitúa los eventos, sistematiza la noción de período y extrae experiencias, desde el punto de vista consciente, para articular una realidad posible, un sentido de las cosas.
En un acto celebrado hace apenas unos meses en el campus universitario, uno de los invitados preguntó: quién era o había sido Asdrúbal Domínguez, al ver su nombre colocado en el edificio que aloja las oficinas de la Federación de Estudiantes Dominicanos. Quien preguntó lo hizo adrede, mientras el joven dirigente del gremio estudiantil, manifestó rápidamente que creía que se trataba de un profesor meritorio.
Con el tiempo, pienso que la mucha democracia, sin niveles de exigencia, sin rigor, no contribuye al ejercicio real de la democracia, sino a su degradación. Lo que se obtiene sin esfuerzo, lo que llega sin acopio de algún tipo de sacrificio, lo que se obtiene sin saber la sangre que costó la empresa libertaria y las conquistas sociales, no se valora ni se estima ni se defiende.
Soy de los que entienden el valor unificador de la memoria histórica y defienden el papel de las fundaciones, que mantienen vivo el recuerdo de los luchadores por la libertad. Independientemente de los valores ideológicos, Israel, sostiene una campaña activa e infinita sobre el Holocausto, la tragedia del exterminio nazi, que no permite ni autoriza que ningún ciudadano judío en ninguna parte del mundo, puede desconocer el dolor esencial de aquel genocidio.
Grave error fue la decisión del Presidente Balaguer de borrar con tractores y palas mecánicas la vieja casona del rancho Jacqueline, centro de torturas y crímenes conocido como “la 40”, despojando a los compromisarios históricos del legado de educar, orientar y mostrar a las generaciones del porvenir los daños físicos, morales y espirituales infligidos por esa maquinaria del terror que oprimió al pueblo dominicano.
No es de extrañar que aparezcan personas que sienten nostalgia por la seguridad trujillista y por el resurgimiento de un Trujillo, ignorantes supinos del abismo y la oscuridad de la Era defenestrada el 30 de mayo de 1961, por los disparos vengadores y justicieros de un grupo de héroes. ¿Cómo se puede ser dirigente estudiantil sin saber quién fue Asdrúbal Domínguez?
¿Cómo se puede ser dirigente estudiantil sin saber el significado del Grito y la Reforma de Córdoba? Asumo con mayor insistencia la idea de que hay que hacer pruebas a quienes aspiran a ser escogidos en certámenes estudiantiles, para indagar el nivel elemental de conocimiento en las áreas fundamentales de la historia. No debe ser dirigente estudiantil, quien no posea un nivel académico aceptable y fundamental, quien no puede opinar con propiedad en cultura y ciencia. Quien había preguntado, explicó, que Asdrúbal Domínguez fue el primer líder estudiantil de la Universidad, a raíz de la muerte del tirano.
Explicó, que era culto, reposado, no exaltado, que era dulce, que provenía de una familia de maestros, respetada, que tenía una cultura enciclopédica, que era socialista, que fue de los hacedores en la lucha estudiantil de la autonomía y del fuero universitarios, que era un intelectual, que estudió arquitectura, que combatió, arma en mano, en defensa de la soberanía nacional, que era pintor, que era ajedrecista, que era un disertante encantador, que era serio, que amaba la vida y las mujeres bellas, que antes de morir, se había ausentado de una forma de vida que confrontaba su forma libre de vivir, que había muerto para un nivel o instancia de vida que negaba sus sueños y utopías más queridas.
En la experiencia cubana todos los días son 26, dice el cartel de la calle, para significar que no hay olvido, que siempre se está tomando un Cuartel, un imposible, una fortaleza de problemas, para rememorar el asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, cuando se inició la lucha armada contra el dictador Fulgencio Batista.
Es posible que las imágenes saturen a los visitantes, que sientan detenido el tiempo histórico en ese decoro visual de los viejos edificios, pero perciben la gratitud, el honor de un pueblo agradecido. Si un dirigente estudiantil no sabe quién fue Asdrúbal Domínguez, ¿cómo puede saber quiénes fueron los líderes nacionales recientes, cómo puede saber quiénes son los adalides de nuestra independencia, cómo puede saber quiénes son los fundadores de la nacionalidad o las grandes figuras de la Revolución Francesa?
El que preguntó se alejó del escenario, tristemente, y pensó en su última conversación con Asdrúbal Domínguez, sobre un texto de Frantz Fanon, “Los condenados de la tierra”, donde Jean Paúl Sartre escribe un prólogo que vale tanto como la obra de Fanon, sobre el colonialismo.
El que preguntó, recordó una cita de Asdrúbal sobre otro texto de Fanon, un estudio psicológico sobre el comportamiento de los estudiantes africanos en París, la manera subliminal y erótica de vengarse de la Metrópolis, haciendo el amor a las rubias francesas. Recordó la taza de café, el hablar pausado, la risa y la fraterna silueta de un amigo inolvidable. Y simplemente, decidió escribir estas notas.
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