lunes, octubre 09, 2006

Ni credibilidad, ni respeto, ni autoridad

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HAMLET HERMAN

(DE HOY, MATUTINO DOMINICANO)
Confieso que me inquieta mucho la tendencia que va tomando en esta época el comportamiento político dominicano. La inquietud proviene del hecho aparente de que la mayoría de la población no cree en los funcionarios gubernamentales ni en los dirigentes partidarios y les ha ido perdiendo todo el respeto. Pérdida del respeto conlleva al desconocimiento de la autoridad y de ahí a la pendiente enjabonada de la protesta social masiva sólo hay un paso.

No estoy descubriendo la fórmula del agua tibia. Se acentuó el deterioro de la credibilidad cuando los administradores peledeísta del Estado dominicano empezaron a hacer lo contrario de lo que durante la campaña electoral pregonaron harían desde el gobierno. El día de la toma de posesión el 16 de agosto de 2004, no había terminado todavía cuando se destapó la caja de Pandora. De ella salieron el Metro, la isla artificial y muchas otras invenciones que en muy poco beneficiaban al pueblo y mucho al enriquecimiento de los nuevos gobernantes. Requintadas las ataduras del Fondo Monetario Internacional sobre la economía dominicana muchos preguntaban ¿con qué dinero pretenden realizar para los sectores salud, educación, agua potable y energía. Así las cosas, desde el primer día los gobernantes se traicionaban a sí mismos. Sobra decir que en la computadora principal del Palacio Nacional parece que teclearon “Delete” sobre el pensamiento de Juan Bosch y le dieron “Enter” a los métodos balagueristas.

Que a nadie se le ocurra ahora enrostrarle al presidente Leonel Fernández y a su gobierno que no hayan resuelto uno solo de los problemas fundamentales del país. Sería injusto hacer ese reclamo a dos años de gobierno. Lo que en realidad indigna es que no hayan empezado, siquiera empezado, a hacer algo para eliminar la corrupción, o prestarle más atención a la salud de los dominicanos o evitar que las tarifas eléctricas y los apagones estén conspirando contra la producción nacional. Esto no lo estoy inventando. Una encuesta realizada por la Fundación Global, Democracia y Desarrollo (FUNGLODE) a finales del pasado año 2005 comprobó que el 56% de los dominicanos estaba convencido de la participación de los funcionarios del actual gobierno en actos de corrupción. Esa misma encuesta de la institución dirigida por el Presidente de la República comprobó la creencia de la mayoría de que al gobierno no le importaba mucho lo que opinara el pueblo dominicano. La realidad ha confirmado esta investigación.

Se equivocan los funcionarios del gobierno si creen que el pueblo va a aguantar tanto abuso cada día del año sin reaccionar. No creo pecar de tremendista si digo que en vez de estar pensando en reelección el gobierno del Partido de la Liberación Dominicana debía empeñarse en descubrir la fórmula para sobrevivir a los dos años que le restan. Debían entender que su verdadero conflicto no es con los mal hacedores del Partido Revolucionario Dominicano. Esos se bastan a sí mismo para desacreditarse hasta los extremos. El rival de la reelección es la estabilidad social del país, sazonada con la falta de credibilidad de todos, repito todos, los funcionarios de este gobierno. Reflexionemos brevemente y preguntemos: ¿existe en este gobierno algún funcionario, uno solo, con credibilidad suficiente para explicar racionalmente el desabastecimiento total de combustible de esta semana, la epidemia del dengue que produjo centenares de víctimas, o el hecho de que desde el Palacio Nacional se declare que no hubo fraudes bancarios durante la gestión pasada? ¿Cómo explicar que la construcción del Metro subterráneo haya recibido tanta atención del Presidente de la República hasta agotar los fondos de inversión de todos los ministerios tres meses antes de que termine el año fiscal? Lamentablemente el gobierno no ha hecho lo suficiente para ganarse la confianza de la ciudadanía. Las elecciones congresionales recientes podrían ocultar la inconformidad subyacente y llevar a los gobernantes a justificar la crisis con una cuestión de formas.

Temo que el primer semestre de 2007 pudiera traer consigo conmociones que debían ser evitadas por el gobierno. No se me ocurre pensar siquiera en una pueblada como la de 1984 con la consiguiente represión masiva realizada por el gobierno perredeísta de Salvador Jorge Blanco. Me refiero a que el gobierno debía tratar de ganar alguna credibilidad aceptando sus deficiencias y no continuar desacreditándose al asumir un estado de negación de la realidad evidente que lesiona seriamente a la ciudadanía.

Y tener en cuenta que en vez de estar hablando de reelección, debían tratar de encontrar la forma de sobrevivir a los casi dos años que les quedan que, de tan difíciles, podrían parecerles un siglo.

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