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Joaquín Ibarz
Corresponsal en México
(DE VANGUARDIA. ES)
Escritores de renombre, pintores famosos, escultores de prestigio, académicos ilustres, periodistas de brillante trayectoria forman parte de la estrategia de desestabilización política y destrucción de las instituciones democráticas mexicanas. A través de la prensa, radio y televisión, reconocidos intelectuales pregonan cuanto concepto sirva para confundir a la población y desprestigiar la victoria en las urnas de Felipe Calderón. Numerosos columnistas siguen defendiendo la causa de Andrés Manuel López Obrador, el candidato derrotado que se autoproclamó "presidente legítimo" y que mandó al diablo a las instituciones. En cada uno de sus escritos, hacen lo posible para convencer al público de que en México se ha cometido un fraude monumental electoral, que sólo ellos vieron.
Un buen número de esos intelectuales se separó de López Obrador cuando el Tribunal Federal Electoral proclamó a Felipe Calderón presidente electo; otro grupo se alejó cuando el cacique populista ordenó el bloqueo –que duró 47 días- del Centro Histórico y de varias de las avenidas más emblemáticas de la capital. Unos más rompieron cuando el candidato derrotado anunció que el 20 de noviembre se autoimpondrá la banda presidencial.
Sin embargo, todavía existe un buen número de intelectuales que siguen poniendo su pluma y talento al servicio de López Obrador, apoyando y realzando las iniciativas más disparatadas. A pesar de que la realidad ha puesto al descubierto sus últimos sofismas, se niegan a admitir que la intransigencia y falta de cordura es cada día mayor en el líder del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Escritores, académicos y artistas siguen apoyando posiciones públicas contrarias a los principios de la izquierda democrática. E incluso respaldaron que se chantajeara al Estado por medio del estrangulamiento económico del centro de Ciudad de México para forzar a reconocer una victoria que no se obtuvo en las urnas.
Al desconocer los dictámenes de los órganos electorales, al mandar al diablo a las instituciones nacionales, al rechazar al presidente elegido por los ciudadanos, al calificar a Felipe Calderón de "espurio", "títere" y "pelele", y al anunciar que no obedecerán su mandato, López Obrador y sus corifeos están traspasando la raya de la legalidad. Obcecados, faltos de prudencia y conciliación, al respaldar la patochada del "presidente legítimo" han dado un paso peligroso contra la paz y tranquilidad de la República. Parece que se está apostando a contra peor, mejor. Escritores y articulistas que supuestamente deberían orientar a la opinión pública, continúan induciendo y envolviendo a sus lectores y oyentes para que acepten como ciertas las falsas argumentaciones de López Obrador. Con una persistente campaña de críticas y difamaciones contra el Instituto Federal Electoral (IFE) buscan confundir a la gente para demoler la credibilidad de esta institución, que había ganado un sólido prestigio en toda América Latina.
Por su parte, el IFE, la presidencia y los partidos que aceptaron el resultado electoral han sido incapaces de implementar una política mediática capaz de desactivar el alud de engaños, medias verdades y mentiras completas sobre las que se construyó el espantajo del supuesto fraude. Algunos medios de comunicación actuaron con cierta irresponsabilidad al hacerse eco –sin un mínimo distanciamiento- de todos los pronunciamientos de López Obrador, actuando como caja de resonancia de denuncias e injurias.
El comentarista Ricardo Alemán señala que "al invento de un supuesto fraude" se sumaron los intelectuales y académicos que en anuncios a toda página habían anticipado su voto a favor de López Obrador. "Estos intelectuales –afirma Alemán- pusieron imagen y prestigio al servicio no de la verdad, no de la razón, no de las instituciones y menos de la democracia, sino al servicio de sus causas personales, de sus frustradas ambiciones de poder. El escándalo creció a niveles insospechados, de insensatez, al grado de que en este momento es difícil que Felipe Calderón pueda gobernar sin el estigma de ilegítimo".
Lo que sorprende es que buena parte de intelectuales y académicos que antaño se decían promotores de la democracia electoral y de la fortaleza de las instituciones como condición indispensable para unos comicios transparentes, rechacen ahora el escrutinio. Cuando ya existe un IFE en manos de los ciudadanos y las elecciones no son manejadas y controladas por el gobierno, académicos y periodistas parecen no querer dejar atrás las viejas formas, los viejos estilos; pidieron acuerdos políticos por encima de las reglas electorales y de las instituciones creadas precisamente para acabar con esas formas extralegales, e incluso demandaron a los magistrados del Tribunal Federal Electoral que tuvieran una "sensibilidad política" por encima del resultado que dieron las urnas.
"No se trata de ignorantes que desconozcan lo que está ocurriendo. Esos intelectuales y académicos ponen la pasión por sobre de la razón porque son incapaces de reconocer su equívoco. Lo que importa es su interés personal, más que la realidad", subraya Alemán.
En declaraciones a este Diario de América Latina de "La Vanguardia", el historiador Enrique Krauze, fundador y director de la revista "Letras Libres", afirma que los intelectuales que apoyan a López Obrador "han jugado un papel lamentable, en la medida en que la vocación y la misión del intelectual siempre debe tener un fundamento crítico, crítico del poder o de los poderes; en este caso, supeditaron la autoridad moral e intelectual que habían acumulado al poder de un caudillo carismático. Esta es una actitud siempre reprobable en un intelectual".
Según Krauze, un intelectual no está para sumar su pequeño poder al gran poder sino para diferenciarse y distanciarse de las autoridades, y criticarlas.
Intelectuales que han luchado por la democracia mexicana y que combatieron el totalitarismo del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que durante 71 años monopolizó el poder en México, apoyan ahora a un político que cada día patea el tablero democrático. A petición del firmante de este trabajo, Krauze expone las causas del comportamiento de los intelectuales que siguen apoyando a López Obrador: "Veo dos razones que pueden explicar ese respaldo de un sector de los intelectuales a favor de López Obrador. Una, por una propensión ideológica, por lo visto incurable, en el intelectual mexicano y en algunos intelectuales latinoamericanos. Ven la realidad con el prisma distorsionante de la ideología. Estos intelectuales mexicanos no han pasado todavía por el periodo de autocrítica, no se han dado cuenta de que de verdad cayó el muro de Berlín, y no se han enterado de que de verdad China y la India han optado por un camino de gran crecimiento a través del mercado".
Krauze, autor de un polémico y divulgado ensayo sobre la personalidad caciquil de López Obrador, titulado "El mesías tropical", resalta que en el siglo XX parte de los intelectuales siempre han sentido una fascinación por el poder: "No solo con el poder, sino con el poder tiránico. Ocurrió con Hitler, ocurrió con Stalin, ocurrió con Lenin, ocurrió con Mussolini. Ahora queda claro que la fascinación por el hombre fuerte sigue siendo uno de las enfermedades morales del intelectual, no sólo en América Latina, sino en todo Occidente".
En opinión de Krauze, en algún caso particular se trata de un desvarío romántico o de una especie de "embriaguez con la historia".
"Ese intelectual, artista, académico o escritor, cree ver en la historia un libreto de las masas, parecido al que tiene López Obrador en la cabeza", señala Krauze. Y añade: "Este tema lo he abordado en un artículo que aparece en "Letras Libres". Un libreto en el que hay buenos y malos, hay opresores y oprimidos. Se trata de una vaga lectura marxista. Se trata de una esquizofrenia o de una especie de romanticismo hacia el hombre que consideran bueno, impoluto, sincero y honesto, que está a favor del pueblo. Están muy involucrados en ese proyecto, incluso en un nivel muy personal. Incluso pueden sentir cariño personal hacia López Obrador. Es una razón. Pero en el fondo creo que se trata de una lectura romántica de la historia. Además, muchos de esos artículos y declaraciones están llenos de sofismas históricos, que no tienen nada que ver con la tradición democrática y liberal. Se propugna una especie de socialismo trasnochado que casa muy bien con la imagen que López Obrador quiere proyectar de sí mismo".
Krauze subraya que la manera cómo esos intelectuales se entregaron a la causa de López Obrador es "francamente imperdonable". Y expone sus razones: "Dejaron de ser servidores de la verdad para convertirse en servidores del poder. Es un desprecio a la verdad objetiva que según George Orwell fue la más lamentable enfermedad de muchos intelectuales, que cerraron los ojos ante la realidad empírica. Me refiero a Sartre y a tantos intelectuales que se enamoraron de las causas del socialismo real, y algunos también se enamoraron de las causas del nazismo. Es una vieja historia. Pero en México hay un elemento más a tener en consideración: el resentimiento social, político, económico provoca en las personas distorsiones en la objetividad. El resentimiento genera graves males visuales y morales en la gente. Eso también es aquí un factor a considerar. Les habrían prometido cargos, importancia. Uno no se explica los resentimientos sociales porque en México los intelectuales son reverenciados. En el fondo, es la fascinación por el poder lo que los ha marcado. Va a costar mucho tiempo que se repongan. Porque las mentiras, las falsedades, las medias verdades que han dicho ya quedaron escritas o grabadas, quedaron consignadas. Han pretendido cargarse las escasas y frágiles instituciones democráticas de México. Eso es grave".
En el ensayo "Fango sobre la democracia", que Roger Bartra publicó en "Letras Libres" del pasado mes de setiembre, el antropólogo e investigador emérito señala que una parte significativa de la intelectualidad escorada hacia la izquierda ha perdido el equilibrio, la independencia y la serenidad. "A muchos intelectuales –escribe Bartra- les ha ocurrido lo mismo que a las corrientes socialdemócratas y reformistas modernas del PRD y de otros partidos: fueron cautivados por el espejismo populista y han sido integrados como parte orgánica de un "proyecto alternativo de nación" que parece sacado de un viejo baúl de recetas añejas de medio siglo. Me pregunto qué es lo que pudo fascinar a cientos de artistas y escritores que apoyaron el "proyecto alternativo" de López Obrador, donde, bajo el signo de un juarismo (de Benito Juárez) trasnochado, ofrece una mixtura de medidas económicas conservadoras (bajar los impuestos), nacionalistas (frenar las maquiladoras) y anticuadas (basar el desarrollo en el petróleo, la electricidad y la construcción)". Se trata, sigue diciendo el articulista, de una regresión al asistencialismo que trata a los pobres como si fueran minusválidos, enfermos o ancianos. "Es un proyecto donde lo único que se afirma, patéticamente, sobre la cultura de México, es que "ha sobrevivido a todas las desgracias de su historia" y es nuestra "fuerza y nuestra señal de identidad"". Bartra recuerda que algunos de estos intelectuales, que ahora critican al subcomandante Marcos, estuvieron ayer tan fascinados por el neozapatismo como hoy lo están por López Obrador y su populismo.
Bartra, intelectual que siempre ha militado en esa izquierda no dogmática tan difícil de encontrar en México, explica que es comprensible la enorme irritación que han sentido muchos intelectuales ante, entre otras cosas, la penosa actitud cerril del presidente Fox frente al mundo de la cultura. Pero también subraya que deberían evitar que su indignación impulsara el renacimiento del aquel viejo rencor nacionalista que, en nombre de la Revolución, estaba decidido a bloquear a toda costa el camino de cualquier alternativa que no fuera la suya. López Obrador, recurriendo a Benito Juárez, lo ha dicho claramente: "El triunfo de la derecha es moralmente imposible." "Así es –señala Bartra- como erige un fundamento moral superior, por encima del terrenal y democrático conteo de sufragios. A la sombra de este fundamentalismo hay quien sueña en la caída de un rayo justiciero anulador que auspicie la llegada de un presidente bonapartista interino"
.Luis González de Alba, un escritor que fue destacado dirigente del movimiento estudiantil mexicano de 1968, junto con Bartra es de los pocos intelectuales de izquierda que en todo momento ha mantenido una actitud crítica hacia López Obrador. En declaraciones a este corresponsal, González de Alba dice que una buena parte de novelistas, ensayistas, artistas y académicos "han sentido embeleso por el caudillo y mesías; no se puede entender de otra manera que hombres y mujeres inteligentes aclamen en 2006 lo que combatieron en tiempos del PRI. No los avergüenzan ni tan siquiera las citas de Stalin que se presentaron ante el Tribunal Federal Electoral para intentar probar que las elecciones del 2 de julio no fueron limpias. Una y otra vez, los intelectuales dan muestras de doble moral, doble rasero, y siguen tan campantes para la próxima ocasión".
Para González de Alba, esta entrega de los intelectuales a la causa de López Obrador es aún más injustificable cuando el candidato derrotado del PRD propone un programa que supone la refundación del PRI más arcaico, el PRI anterior al de Salinas de Gortari. "
El programa de López Obrador es el PRI de José López Portillo, de Luis Echeverría, y de ahí para atrás. Son las mismas propuestas, el mismo lenguaje, la misma oratoria y la misma intolerancia. Todo es igual. Yo me pregunto, y se lo he preguntado a amigos cercanos, cómo se explica que gente con la inteligencia de fulano y mengano esté metida en esta propuesta populista y antidemocrática. No lo entiendo", comenta González de Alba.
El escritor recuerda que sus amigos de la revista "Nexos" se distanciaron de él porque publicó un texto muy duro sobre López Obrador.
"Por López Obrador ha habido pérdidas de amistades. Pero ahora el grupo de "Nexos", que estuvo muy cercano a López Obrador, ahora hablan de él como si se tratara de un loco".
En febrero de 2005, unos 50 intelectuales mexicano, entre los que aparecían otrora adictos al ex presidente Carlos Salinas, beneficiarios y amigos del alcalde de la capital, y algunos reputados por su lucidez crítica e independiente, respaldaron con su nombre un anuncio público en el que llamaban a los diputados del Congreso a actuar "en conciencia y con responsabilidad histórica" en torno del eventual desafuero e inhabilitación política de López Obrador. Afirmaban que "está en juego la legitimidad de las elecciones de 2006". En el tercer párrafo del texto se decía: "Estamos en un momento definitorio para el futuro de la democracia, que exige como prioridad fortalecer las instituciones, en vez de socavarlas".
Esos intelectuales no han salido ahora en defensa de las instituciones que pretende socavar y destruir López Obrador. El candidato derrotado no para de atacar y vilipendiar a las más altas instancias del Estado. Al presidente Fox le llama "traidor a la democracia", "faccioso"; al fiscal general lo califica de "cínico e hipócrita". Durante años ha descalificado al Poder Judicial, al Legislativo y al Ejecutivo. No ha mostrado el menor respeto para las leyes que no le eran favorables. Los intelectuales que firmaron aquella y otras proclamas nunca hicieron un llamamiento a López Obrador a la sensatez, al respeto y consolidación de las instituciones.
González de Alba fue estigmatizado por amigos y compañeros por escribir que había que dejar a los jueces que se pronunciaran sobre los supuestos delitos cometidos por López Obrador, que dieron pie a que se iniciara el procedimiento del desafuero. ""Si hay un delito a revisar, ya lo dirá un juez", escribí. Eso causó distancia grande con mis amigos. Pero ahora sí noto que hay gente que ha repensado el asunto, que se plantea como pudieron apoyar a ciegas a una persona que nunca ha respetado leyes e instituciones. Las instituciones de México son fuertes, por lo que no le van a permitir hacer las cosas extremas que anda diciendo".
González de Alba hace una distinción entre los intelectuales que apoyaron a López Obrador y que ahora se han distanciado al comprobar que no tiene principios democráticos, y los que lo siguen respaldando aún después del fallo del Tribunal Electoral.
"No me explico como un intelectual puede apoyar a un político que se autoproclama "presidente legítimo" en una asamblea en la que se vota a brazo alzado. Quizá lo explique su exceso de vanidad. Piensan que no pudieron haberse equivocado como se equivocaron de forma tan redonda. Veo muy bajo el nivel intelectual y de honradez de estos escritores, artistas y académicos. Todos o casi todos los que reclaman el "voto por voto" apostaron todo su capital por un candidato; el que resultó derrotado. Junto con la penosa exhibición que todos los días nos ofrece ese candidato perdedor, el tiempo pone y pondrá a cada quien en su sitio", declara González de Alba.
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sábado, octubre 07, 2006
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