jueves, octubre 05, 2006

Culpas de España son

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PEDRO GIL ITURBIDES

(DE HOY, MATUTINO DOMINICANO)


Otras veces les he contado la excusa que dimos a David Dixon Porter cuando, en 1846, nos preguntó por qué había tanta basura en las calles de Santo Domingo. Reunido aquél alférez de la armada estadounidense con lo más granado del Gobierno Dominicano, escuchó que la culpa era de Haití. Porter lo consigna tal cual se lo dijimos, en el informe que escribió a sus superiores. Ellos lo enviaron a Santo Domingo con el objetivo de juzgar el estado de la nueva República, para, tomando en cuenta ese informe, reconocernos o no.

La excusa es valedera en nuestros días. En todas las oportunidades en que fallamos en nuestro desempeño o incumplimos un compromiso, echamos la culpa a terceros. ¿Por qué cargar con aquello que sin mayores inconvenientes podemos endilgarle a otro? De ahí que tan pronto la presidente del Consejo Nacional de la Empresa Privada, Elena Viyella de Paliza, habló del elevado gasto corriente del sector público, le han recordado que la culpa es de los bancos quebrados. ¡Ay si esos bancos no hubieran quebrado, todo sería miel sobre hojuelas!

Pero quebraron. Y el manejo inadecuado que el gobierno anterior dio al asunto, se explica, nos tiene a todos en el hoyo. A continuación se enumeran los grandes compromisos derivados de la quiebra: el servicio de la deuda pública eterna, el subsidio a la electricidad y una nómina hipertrofiada desde el gobierno anterior. ¡Valiente respuesta! Tengo ganas de preguntar, aunque no me atrevo, por dónde anda la quiebra de los bancos en esa relación.

Por supuesto, reconozco que no se enfrentaron con tacto y destreza, aquellas sonadas quiebras. Por esos días publicamos un artículo recordando la forma en que el doctor Joaquín Balaguer manejó, en los doce años, el desencaje del Banco de Créditos y Ahorros. El propósito no era hacer historia, lo confesamos hoy, sino iluminar un camino que comenzábamos a recorrer. Y advertimos entonces, para que se hiciesen las comparaciones, que ni siquiera el propio Balaguer, en sus diez últimos años de administración, enfrentó tan sabiamente como entonces, la quiebra de bancos y financieras.

Mas no valió el intento de poner un foco en la oscuridad.

Como caña para el ingenio marchó la maquinaria que se llevó de encuentro uno que otro banco.

Pero del yerro mayúsculo a la excusa imperecedera hay un trecho tan largo que no es fácil recorrer echándole a otros las culpas propias. La verdad monda y lironda es que si no hay recursos para inversión es porque la famosa nómina en vez de decrecer en el famoso veinte por ciento, se ha inflado en un porcentaje mayor. Y bien pudieron esgrimirse las excusas de lugar, en vez de echarle fango a quien, de por sí, se metió en éste hasta el cogote.

Por cierto, a propósito de bancos quebrados, hemos ofrecido escasa atención al aviso de dos instituciones prestamistas multilaterales que son acreedoras del Estado dominicano. Breve lo publicado, es, empero, más que enjundioso.

Como quien no quiere la cosa, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo nos recuerdan que los banqueros culpables de quiebras, merecen el castigo previsto por la ley. Yo, les soy sincero, desde que leí aquello, a sabiendas de que todo marcha por el librito, me dije: esto debe estar dirigido al gobierno de Tanganyika. Porque tengo plena seguridad de que, entre nosotros, todo marcha a pedir de boca.

Después de todo, siempre queda el recurso de decir, ante nuestros yerros e incumplimientos, que culpas de España son. o de Haití, como le dijimos a Porter cuando la República comenzaba a gatear.

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