lunes, octubre 30, 2006

Neurosis de periodistas: confesiones de un veterano y guerrero de la pluma


PULSACIONES

Por Radhamés Gómez Pepín

-DIRECTOR DE EL NACIONAL, VESPERTINO DOMINICANO-


Para alguien que se haya acostumbrado a escribir en periódicos, dejar de hacerlo se constituye normalmente en una especie de cargo de conciencia.

Es lo que me ha sucedido varias veces desde que en el 62 comencé a escribir esta columna en El Caribe a instancias del doctor Germán E. Ornes, su director y propietario.

Y no sólo llevo a cuestas esa especie de cargo de conciencia, sino que me resulta sumamente difícil reanudar la costumbre, o la rutina como diría cualquier deportista.

Sin embargo, una buena causa para justificar las interrupciones es que, durante 44 años, en innumerables oportunidades he tenido que repetir los temas y argumentos, porque los problemas son los mismos, y corro el riesgo de parecer cansón.

Imposible resulta decir las veces que he tratado el tema de la falta de energía eléctrica, la escasez de aulas y equipos escolares, el deterioro del sistema hospitalario o sobre los hipócritas metidos en la vida política, así como del tigueraje que invade esa actividad.

Lo doloroso es que muy poco o nada he conseguido enmendar lo que debe ser enmendado, y es lógico suponer que eso conduce a una apatía inmensa y hasta un entregarse para ver lo que sucederá y luego proclamar con aire de suficiencia un "yo lo había dicho".

Los imperceptibles avances de la democracia dominicana en ocasiones me traen a la memoria lo que decía uno de nuestros políticos de la extrema derecha poco después de la muerte de Trujillo, quien insistía en que República Dominicana, sus habitantes, no estaban preparados para ese sistema.

Aquello parecía una herejía y todos lo rechazábamos además de calificarlo como neotrujillismo. En estos momentos -y con la experiencia acumulada- la reacción sería diferente y, si no darle un apoyo a tal parecer, al menos habría que consentir una discusión desapasionada y serena.

Ahora se habla de nuevos impuestos y de una especie de chantaje eléctrico -además de los problemas tradicionales- y no es extraño encontrar personas que desearían paralizar el tiempo para que el año nuevo no llegue nunca, porque dicen que las cosas serán peores.

Como de costumbre, abundan los teóricos y fanfarrones de todos los pelajes que se manifiestan sobre el tema que sea, aunque de lo que traten no conozcan ni siquiera la mitad. Pero tienen oyentes y protectores.

Quisiera uno cobijarse debajo de la pelota profesional, pero ya esa actividad hace tiempo que dejó de ser un sedante, aunque el Estado persista en malgastar millones de pesos en su sostenimiento.

Entonces parece que habrá que retomarse la rutina temática de las repeticiones, pero eso nadie podría garantizar que se mantendrá por determinado tiempo.

Por eso resultaría preferible aprovechar sólo los días lluviosos -no importa que sean domingos- y que no se encuentre nada qué hacer para así ponerse uno a escribir pendejadas, que parece también tienen su público.

Y ahí tendré que recostarme quién sabe hasta cuándo. Nada de periodicidad pre establecida, sino cuando lo permita el clima y no haya ningún plan a la vista.

Ni siquiera estimulado por la lluvia.


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