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MARCELINO AGÍS VILLAVERDE
Todos los hombres nacen libres e iguales, así lo enuncia la Declaración Universal de los Derechos humanos en su artículo primero. La libertad es el don más preciado de la vida humana. Sobre ella se edifica la realización del individuo y de la sociedad en su conjunto. La libertad ha contribuido al desarrollo y al bienestar de los pueblos. Libertad para pensar y para expresarse. Libertad para vivir con dignidad sin tener que exiliarse, ni ser encarcelado por razones ideológicas.
Son principios muy elementales ¿verdad? Pues existen países como Cuba en donde no se cumplen. Y, lo peor del caso, es que cuando alguien se los recuerda se enojan y rompen las relaciones internacionales, ya sea con España o con la propia Unión Europea.
Menos mal que ha llegado el ministro Moratinos para solucionar las cosas. Dando muestra de las selectas relaciones internacionales que promueve el Gobierno de Rodríguez Zapatero, se ha ido a Cuba con los bolsillos llenos de ayudas a la cooperación. Antes ya lo había hecho también con Venezuela, en donde habló en el mismísimo parlamento elogiando a Hugo Chávez. Por fortuna, aquí sólo han llegado ecos lejanos de sus discursos, resúmenes de sus intervenciones para incorporar a los informativos.
No ha llegado, sin embargo, la profunda decepción de los disidentes y exiliados, de los hombres, mujeres y niños condenados a una vida miserable y silenciosa. Gentes de buena fe para las que España sigue siendo un referente, algo muy especial en sus corazones. El éxito de la visita del ministro Moratinos es el fracaso de la libertad, una oportunidad perdida para recordar principios y verdades elementales a una dictadura trasnochada en pleno siglo XXI. ¡Lástima!
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