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POTENCIALES suicidas somos todos, porque a cualquiera se le pueden cruzar los cables de la sesera o de las entretelas el día menos pensado y cometer una barbaridad. Pero, los suicidas potenciales no lo anuncian. Dicen los psicólogos -al menos, los que han comentado este tipo de cosas a un servidor, lego en la materia- que quienes amenazan con quitarse la vida raramente lo hacen, pero también que el suicidio es, por así expresarlo, contagioso. De ahí, que exista una especie de acuerdo deontológico en el mundo del periodismo para evitar, en lo posible, ofrecer noticias en las que se explicite claramente el motivo de algunas muertes violentas, que pueden "animar" a los deprimidos, desesperados, aburridos de la existencia y demás personal con tendencias autodestructivas.
El caso de los vecinos del candelariero barrio de Cho-Vito, que han amenazado con un suicidio colectivo en el caso de que, a causa de la normativa de la Ley de Costas, derriben sus viviendas, es delicado. Por eso, seguramente, no ha sido objeto de muchos análisis o comentarios de opinión. Posiblemente los afectados tengan razón en sus protestas y peticiones. O buena parte de razón, que en eso no entro, porque sería argumento para otro artículo. Lo que sí parece -y, por lo visto, nadie quiere o se atreve a señalar con claridad-, es que la medida resulta absolutamente desaforada e inadmisible. Tanto que, el otro día, un tertuliano televisivo de un espacio muy popular, cuando supo del contenido de la rueda de prensa de los mentados vecinos y vio, en una foto, la pancarta anunciando la posible inmolación vecinal, comentó con gesto de estupor:
-Hablarán en metáfora, supongo.
Pero, de metáforas nada. Los damnificados por Costas en Cho-Vito lo dicen bien clarito:
-Vamos en serio.
Y tamaña determinación asusta bastante. Inquieta. Preocupa. Pero, no es de recibo, porque la reivindicación y la amenaza no guardan relación razonable. El envite es verdaderamente desproporcionado. Ignoro a quién se le ocurrió, pero desbarraba, sin duda. La sociedad no puede admitir -repito, por mucha razón que asista a los presuntos suicidas vocacionales- un ultimátum semejante. Entre otras razones, porque, de aceptarse semejantes chantajes (si el de De Juana lo era, éste también), las huelgas de hambre y el anuncio de suicidios por cualquier otro método, se pondrían de moda y subvertirían las reglas del orden social, de las relaciones humanas de todo tipo, de la ley y la justicia. Uno podría amenazar con suicidarse porque le van a embargar a uno sus bienes, un suponer, o porque le quieren echar del trabajo o porque no le dan una licencia para construir o porque Hacienda se empeña en que le paguemos conforme a nuestros ingresos y ganancias… Etcétera. Un etcétera que, si el lector se pone a imaginar, desembocaría en un disparate.
En fin, pues: toda la solidaridad con quienes están, justa o injustamente, a punto de perder sus viviendas. Toda la solidaridad del mundo, pero reconozcan que se han pasado un montón de pueblos (costeros en este caso, por supuesto).
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