sábado, abril 07, 2007

La revolución antietanol


Joaquim Ibarz / La Vanguardia

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Los presidentes de Cuba, Fidel Castro, y de Venezuela, Hugo Chávez, promovían el uso del biocombustible hasta que su enemigo público número uno, el mandatario estadounidense George W. Bush, comenzó a impulsar el desarrollo del “combustible verde”, apuesta en la que incluyó a su par brasileño Luiz Inácio Lula da Silva.
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Es un hecho. América Latina se ha convertido en el campo de batalla de una nueva “Guerra Fría”. Aunque tiene un innegable sesgo ideológico, el eje de esta contienda no es político sino que energético: el desarrollo del etanol, el “combustible verde” que enfrenta a Estados Unidos y Brasil, como sus principales impulsores, con Cuba y Venezuela, sus máximos detractores.

Y es que el mandatario cubano Fidel Castro ya no sólo arremete contra el titular de la Casa Blanca, George W. Bush, por promover el uso de biocombustibles. Por primera vez ha criticado al presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva por firmar acuerdos energéticos con Estados Unidos. Según el líder isleño, esta política tendrá “efectos devastadores” en la producción de alimentos en el tercer mundo.

En un artículo publicado el miércoles en el diario “Granma”, órgano del Partido Comunista cubano, Castro descalificó en duros términos las conclusiones sobre el uso del etanol alcanzadas en los recientes encuentros en Brasilia y Camp David (EE.UU.), entre Bush y Lula. “Aplicar esta fórmula a escala mundial significa la internacionalización del genocidio”, recalcó el convaleciente dirigente cubano.

Castro recordó que Lula da Silva publicó un artículo en el periódico norteamericano “The Washington Post” en el que expuso la idea de convertir los alimentos en combustible. “El presidente de Brasil afirmó que menos del 1% de la tierra cultivable brasileña se dedica a la caña para producir etanol. Esa superficie es casi el triple que la que se empleaba en Cuba cuando se producían casi 10 millones de toneladas de azúcar. No es mi intención lastimar a Brasil, ni mezclarme en asuntos relacionados con la política interna de ese gran país”, apuntó Castro.

Más adelante, denunció que en Camp David no se resolvieron cuestiones fundamentales, como quién suministrará los cereales que necesitan los países desarrollados para producir etanol.

Castro, que apuesta por métodos más sencillos de ahorro energético, como el uso de bombillas incandescentes aplicado en Cuba, ha encontrado en el etanol y los biocombustibles un nuevo campo de protagonismo para atacar a EE.UU.

Lo mismo ocurre con el Presidente venezolano, Hugo Chávez, que hizo una gira por Latinoamérica para fustigar la obtención de biocombustibles a partir de caña de azúcar y semillas de maíz, girasol y colza.

La posición del eje La Habana-Caracas es, como en la mayoría de los temas, la opuesta a la de Bush, quien, pese a provenir de una familia petrolera, se ha convertido en un paladín del desarrollo de los biocombustibles junto a su colega brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva. Entre ambos países producen el 70% del etanol del mundo, mientras que Venezuela es el quinto productor mundial de petróleo.

VUELTA DE CARNERO

Pero la credibilidad de las críticas de Castro y Chávez está un tanto cuestionada, porque es más que conocido que hasta hace poco los dos estaban interesados en promover el etanol.

Ambos se pasaron al bando antietanol poco después de que Bush visitara Brasil y firmara acuerdos con Lula para aumentar la producción de biocombustibles. Los analistas atribuyen el cambio de posición a consideraciones políticas, no medioambientales.

Hasta hace unas semanas, Chávez promovía un proyecto de cinco años para cultivar unas 300.000 hectáreas de caña de azúcar para producir etanol con apoyo técnico de Brasil y Cuba. Se planearon 15 nuevos ingenios para obtener 30.000 barriles de etanol diarios.

Asimismo, La Habana y Caracas habían anunciado hace tan sólo un mes un acuerdo para construir once plantas de etanol en Venezuela con la experiencia cubana. El acuerdo incluía la modernización de diez plantas en Cuba y la construcción de otras ocho basadas en métodos brasileños. En agosto del 2006, la petrolera estatal venezolana firmó un acuerdo con la estatal brasileña Petrobras para abastecimientos de etanol “a largo plazo”, como sustituto fiable de la gasolina.

Pero ahora, tanto Castro como Chávez presentan el etanol como amenaza para los pobres.

A fines de su gira latinoamericana y caribeña, Chávez dijo en Jamaica que había razones “éticas” para oponerse a la producción de etanol. El 29 de marzo, Castro publicó en “Granma” un primer artículo para atacar el plan de etanol de Bush y Lula. Entonces acusó al presidente norteamericano de condenar a más de 300 millones de personas a una muerte prematura al convertir “alimento en combustible”.

Las descalificaciones contra el etanol de Castro no han tenido repercusión en la Casa Blanca, pero sí en Brasil. El ministro de Exteriores, Celso Amorim, dijo que las ideas del líder cubano son respetables pero “antiguas”.

Harto de las quejas de Chávez y Castro, Amorim dijo: “Él (Castro) tiene ideas que yo sé que son antiguas porque por casualidad hace veinte años acompañé al ministro de Ciencia y Tecnología de Brasil en una gira a La Habana y entonces ya decía que no daba crédito a la utilización del alcohol como combustible, porque el azúcar era un producto noble”.

MAYORIA POR EL BIO

Como era de esperarse, el resto de Latinoamérica no ha permanecido ajena al debate. Y el resultado es abrumador: la gran mayoría mira con buenos ojos el desarrollo del biocombustible. De hecho, el único mandatario que se ha unido al bando antietanol es el nicaragüense Daniel Ortega, que recientemente acusó a Bush de encarecer los precios de algunos alimentos y de algunos de los insumos para la producción del “combustible verde”.

En Centroamérica, donde la caña de azúcar es uno de los principales productos agrícolas, la mayor parte de los países tiene proyectos incipientes de producción de etanol. Para el presidente de El Salvador, Elías Antonio Saca, la alianza de Estados Unidos y Brasil significa que el mundo se encamina a “depender menos del petróleo”.

Mientras en Sudamérica, Ecuador, cuyo mandatario Rafael Correa es considerado cercano a Chávez, acaba de sumarse a la “fiebre verde”. De hecho, Correa firmó el miércoles, durante una visita a Brasil, tres acuerdos con Lula para poner en marcha la producción de etanol en territorio ecuatoriano.

Argentina, cuyo Gobierno tiene cercanía con Chávez, tampoco ha entrado en la polémica aunque favorece el desarrollo de tecnologías de producción de biocombustibles, en especial por su condición de gran productor de maíz, soja y otros granos.

Otros países como Chile, Colombia, Perú, Paraguay y Uruguay tienen proyectos para su producción, mientras la matriz energética de México se basa casi totalmente en su petróleo.

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