La nueva estrategia gubernamental marca el punto de no retorno
ASDRÚBAL AGUIAR
ESPECIAL PARA EL UNIVERSAL
Servicios Google para Bloggers
"El planteamiento comunista, no (...), quienes se lo plantean no es que estén locos. No es el momento" (Hugo Chávez, La nueva etapa, El mapa estratégico de la revolución, 2004).
El avance hacia el socialismo del siglo XXI y la renuncia por la Asamblea Nacional a sus funciones legislativas ordinarias, luego de que habilitase al presidente Hugo Chávez para dictar por su cuenta leyes mediante decreto, marcan, ¡ no cabe duda!, el punto de no retorno en una estrategia de poder absoluto concebida por aquél desde la cárcel, reelaborada varias veces, y afinada desde entonces por sus asesores cubanos.
Dicha estrategia, que hoy agrupan y resumen las empresas publicitarias al servicio del régimen en los denominados "cinco motores" de la revolución socialista: la Ley Habilitante, la reforma constitucional socialista, la educación popular, la nueva geometría del poder, y el poder comunal, ha tenido y tiene por objeto hacer cristalizar y consolidar en Venezuela un modelo político autoritario personalista; construido a partir de la idea del Estado y no a imagen de la persona humana, y pariente cercano, tal modelo, del andamiaje constitucional que fraguara en La Habana en 1976, luego del largo período de transición iniciado en 1959.
El mismo pacto de confidencialidad acordado entre los miembros de la comisión presidencial para la reforma de la Constitución, creada por Hugo Chávez e integrada, entre otros, por los titulares del Tribunal Supremo de Justicia y de la Asamblea Nacional, revela cómo los motores socialistas corren en línea contraria a la esencia de la democracia: el diálogo abierto y la transparencia, a fin de cuentas.
Que dicho modelo alcanzará encarnar o no en el pueblo y en nuestra huidiza y descontextualizada sociedad o que lo ocurrido en Venezuela, desde cuando Chávez -a contrapelo de la Constitución de 1961- montara su Asamblea Constituyente para iniciar un lento y taimado recorrido hacia la dictadura, ha sido posible por el dispendio de la riqueza del petróleo, son asuntos a discutir. Pero en modo alguno varían la naturaleza y la esencia de la visión y acción emprendidas hasta el presente, con coherencia inusitada, por este teniente coronel ex golpista que nos manda y que aspira a mandarnos para siempre.
Los "cinco motores" son, en efecto, una suerte de impulso crucial hacia el objetivo querido e imaginado desde ha mucho tiempo por algunos de los autores y coautores civiles y militares de los golpes de Estado del 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992 contra el entonces presidente Carlos Andrés Pérez, e interpretado cabalmente por Chávez.
Si se quiere, tales motores, dada la "progresividad" -querida o a lo mejor impuesta por las circunstancias- de la estrategia totalitaria en curso, son en sí una reelaboración táctica de las mismas premisas consagradas en la Constitución de 1999 - el pecado original- y cuyos objetivos y herramientas fueron desarrollados luego en La nueva etapa: El nuevo mapa estratégico de la revolución, explicado por Chávez en 2004, luego del fallido referendo revocatorio presidencial.
No tenemos hoy, pues, nada nuevo bajo el sol, nada extraño que deba sorprendernos.
Basta la lectura cuidadosa o la relectura contextual de los documentos mencionados a la luz de los "cinco motores" en cuestión y, seguidamente, la vista de éstos al trasluz y sobre la Constitución comunista de 1976, para confirmar lo que, en mi modesto criterio, dejó de ser una hipótesis: El socialismo del siglo XXI es de neta factura cubana y comunista. Chávez corre hacia su establecimiento en Venezuela, en un intento por mejorar la experiencia de Fidel Castro.
¡Que haya o no convicción íntima en el hacedor de los "cinco motores" de la revolución acerca de la validez contemporánea de sus supuestos ideológicos y de sus predicados socialistas-marxistas, es asunto también a considerar. Empero, lo que sí es cierto es que media en Chávez una neta vocación de autócrata -siempre lo intrigó el fracaso del dictador militar de izquierda peruano, Velasco Alvarado- y la vía cubana se le presentó para la realización de su sueño. Y en ese matrimonio con Castro lleva más de 8 años, que no son pocos.
El problema de Venezuela -y de América en su conjunto- ante tal disyuntiva es, por consiguiente, serio y muy grave.
En la misma medida en que Chávez, rompiendo paradigmas, ha puesto sus miras en el mediano y largo plazos, la mayoría de los venezolanos -incluyendo a quienes lo siguen e incluso a la minoría más instruida y dotada de recursos para el análisis del entorno- sigue atada a su raizal cultura de presente. No ven lo que tenemos ante las narices sino cuando les golpea y afecta en lo individual. A todo evento, el ser nacional carga sus desgracias a cuestas por 24 horas y no más allá. Y si el mal persiste, opta y optamos por disfrazarlo y hasta mudarlo en objeto del humor.
Mientras Chávez y su gente hacen y deshacen con sus motores revolucionarios y nos empujan hacia el comunismo bajo una consigna engañosa: el socialismo del siglo XXI, sorprende la conducta escéptica y acomodaticia mayoritaria, a la que no escapan los gobiernos extranjeros. La gente siente y cree que en paralelo hace y deshace y seguirá determinándose por su propia cuenta.
La cuestión, en suma, ante la disyuntiva que ha dejado de ser tal y que ya anega para hacerse de todo y de todos, es que una vez como se haya instalado la dictadura socialista y una vez como rasgue cada una de nuestras verdades y realidades personales no quedará tiempo siquiera para recoger los fustanes y atemperar la adversidad.
Hacer un alto para conocer y saber sobre los "cinco motores" en revolución y para la revolución socialista planteada, no bastará; pero el entendimiento y la convicción acerca de sus propósitos finales, a tiempo, nos permitirá ganar la mitad de una batalla para salvaguarda de la libertad.
Vistos en conjunto, los "cinco motores" recrean, lo repito, un modelo de supremacía estatal sobre el individuo; de centralismo político; de formación de un pensamiento único y dogmático negado a la diversidad del mismo pensamiento; de avance hacia el partido único con mengua del pluralismo partidista; de consolidación del poder presidencial mediante la negación de la división y el equilibrio entre los varios poderes; y de uso y manipulación de la participación popular para crear servidumbres al Estado y al autócrata.
Ese modelo ancló de modo incipiente, sin que nadie reparase al respecto, en la Constitución Bolivariana de 1999. Y el contenido y alcances de los "cinco motores" fueron explicitados hasta la saciedad en La nueva etapa, en 2004, a propósito de la cual Hugo Chávez comprometió trasponer los umbrales del capitalismo.
Los "cinco motores" del socialismo encendidos en Venezuela arrancaron por vez primera en Cuba a la caída de Fulgencio Batista. Y esto es lo que cuenta y ha de considerarse. Hicieron posible que Castro, maestro de Chávez, gobernase durante casi medio siglo sobre la vida y destino de los cubanos, fuese jefe del Consejo de Estado y cabeza del Gobierno, legislador perpetuo, amo de la economía y policía del consumo, conductor y contralor de las asambleas del Poder Popular y capataz de los Consejos de Defensa de la revolución, líder de su partido único: el comunista, y deviniese, a fin de cuentas, en el más grande cínico de la Historia continental: "Si cuando estábamos alzados hubiéramos dicho que éramos comunistas, aun estaríamos en la Sierra Maestra", fue el dicho del anciano y moribundo dictador el 2 de diciembre de 1961.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario