martes, abril 17, 2007

El poder de la información


Lluís Foix | 17/04/2007
La Vanguardia. Es.

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La difusión de la información ya no es patrimonio exclusivo de los periodistas y los medios que representamos. El relato de la tragedia que sacudió el lunes por la mañana el campus de la universidad de Virginia estaba construyéndose en Internet y con mensajes a través de teléfonos móviles.

Los grandes diarios americanos, también la web de la BBC, abrieron secciones sobre lo que les llegaba desde los lugares en los que un estudiante surcoreano mataba a mansalva. Eran testimonios directos, desde el interior de las aulas, desde una universidad en la que su propio presidente no advirtió a la policía que la primera matanza podía repetirse, como de hecho ocurrió a las dos horas.

La información es el petróleo del siglo XXI. Lo dijo Jacques Delors cuando era presidente de la Comisión Europea. Lo que no dijo el político francés es cómo, quién y en qué formatos se distribuiría el nuevo poder.

El poder está en las finanzas, en la industria, en los gobiernos y en las instituciones. Pero es un poder que ya no puede permanecer opaco porque es observado de cerca por millones de ciudadanos en todo el mundo que alimentan la red con todo tipo de informaciones y reflexiones.

Las imágenes de los abusos en las cárceles de Iraq o la ausencia de garantías procesales en Guantánamo nos llegan a través de testigos directos que dan cuenta de las barbaridades.

La información en las democracias causa menos sorpresas que en las dictaduras. Una vez se conoce un hecho se divulga y entra en el dominio de la opinión pública. El hecho de que la información y la opinión estén encorsetadas, distribuidas por canales más o menos controlados, con la extraña complicidad entre todos los poderes y los grandes medios, no consigue cerrar todas las rendijas de libertad que fluyen de forma natural en la red.

Este cambio de paradigmas entre la opinión pública y los poderes que sean facilita la consolidación de las libertades. Nada permanece opaco y lo que parecía secreto o indescifrable entra de golpe en el imaginario colectivo de la opinión pública.

Internet no tiene fronteras, no está regulado y en aquellos países en los que su uso está restringido políticamente, consigue llegar a los rincones más inesperados del planeta. China ha cerrado muchas puertas a Internet pero la información y la opinión siguen circulando igualmente.

El fenómeno es más importante todavía en aquellos países en los que las libertades son escasas o inexistentes. En Egipto, por ejemplo, el gobierno Mubarak tiene más dificultades en controlar lo que pasa a través de la red que las manifestaciones de los "hermanos musulmanes" en contra del régimen.

Lo mismo ocurre en los países del Golfo donde la información sobre lo que pasa en el mundo es imparable. Tanto para lo que perjudica a los gobiernos como para los movimientos terroristas que utilizan las nuevas tecnologías para preparar y ejecutar sus acciones violentas.

Cuando estudié periodismo se me decía que había que tener en cuenta las cinco W: What, When, Who, Where y Why. El gran público de hoy da por supuesto los primeros cuatro apartados. Lo único que se puede aportar es el por qué ocurren las cosas. El qué, cuándo, quién o dónde, ya se dan por supuestos, ya son de dominio público.

La pregunta del millón de la desgraciada matanza de Virginia es por qué el joven surcoreano decidió asesinar a más de treinta compañeros de universidad. No lo sé. Lo único que se me ocurre es la capacidad de hacer daño que todos llevamos dentro y que, en situaciones emocionales o psicológicas descontroladas, podemos cometer barbaridades de este calibre.

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