jueves, mayo 01, 2008
Sin temor ni favor
Por Luis H. Arthur S. / El Caribe
Nunca más…
Al borde de la carretera se distingue del entorno por cuidada, arbolada, llena de jardines, la casa que la viuda hizo construir, luego de la muerte del esposo y donde se trasladó con sus 4 hijas, buscando no estar tan aislada en tiempos tan difíciles.
En la esquina frontal izquierda de la propiedad se yergue un árbol de laurel centenario, inmenso, majestuoso, de un tronco muy grueso formado por varios otros que en conjunto y hermanados dan testimonio de unión.
Este hermoso ejemplar, sin nadie saberlo entonces, estaba destinado a dar sombra al panteón donde hoy descansan veneradas Patria, Minerva, María Teresa Mirabal y Manolo Tavares, por siempre premiados y coronados por este laurel que simboliza el triunfo.
Símbolo perpetuo de que la naturaleza también les rinde tributo vivo, siempre verde, vibrante y efusivo, a ese altar casi a ras de tierra formando lo que pudiese pensarse un gran trébol de suerte de 4 hojas, que si un día llenó de luto a la sociedad dominicana, hoy es recordatorio a todos, empezando por los de casa, de que debemos ser vigilantes para ¡que nunca más! Seres excepcionales, cuya sangre vertida abonó la libertad, se aúnan con un brazo central y con el otro, como “Flor de los Vientos”, dan testimonio de vidas ofrendadas, para que la ambición, el despotismo, la sumisión, el abyectismo, hayan sido por siempre erradicados.
A pocos metros de este ofertorio y alineado con el inmenso laurel está la casa de madera donde vivieron.
Típica de nuestros campos, bella y sencilla, con su dormitorios, sus ropas, sus camas, sus pinturas, sus fotos, para que recordemos que ellas fueron mortales, igual que nosotros, que vivieron, soñaron, se casaron y tuvieron ilusiones y familia, y que les aguardaba un camino de valentía y de espina, un calvario que parece ya estaba predestinado como el laurel.
Es penoso ver que los pueblos, para reaccionar tengan que pasar por momentos de tanta tragedia, de tantos sacrificios.
Doña Dedé, la única hermana con otro destino trascendente, amablemente presente en nuestra visita a esta casa-museo junto a su hijo mayor, promesa invernando, nos mostró aquella vivienda de madera, pequeña y llena de amor, donde ellas tres hicieron su metamorfosis de niñas ricas y bellas de la campiña, a mariposas, que un día emprendieron su vuelo inmortal.
luis@arthur.net
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