domingo, mayo 25, 2008
La columna de Miguel Guerrero
Por Miguel Guerrero / El Caribe
La crisis de valores en nuestro país no se refleja únicamente como se alega en la actividad política. Afecta a toda la sociedad y ha alcanzado niveles sin precedentes, inimaginables décadas atrás.
Se mata, atraca y viola por un aparatito de teléfono celular. Se hurtan alambres del sistema de televisión por cables a los hogares, el tendido eléctrico y de telefonía, las bombillas del alumbrado público y de los puentes.
En las mañanas, se descubre de pronto que alguien desenterró los llamados ojos de buey que ayudan a iluminar los carriles de las carreteras y las verjas de los parques, acciones que requieren no sólo de mucha paciencia y tienen alto riesgo.
Los dueños de oficinas privadas desistieron de colocar sus anuncios en bronce, porque muy pocos de ellos han sobrevivido a la ola delincuencial que nos afecta.
Como nada de eso se come o sirve para alimentar los estómagos hambrientos de niños huérfanos o desamparados, queda de antemano descartado que estos robos sean el fruto de las angustias de padres desesperados por hijos que se les mueren de inanición.
Debido a la frecuencia con que ocurren también podría pensarse que estos hurtos son el efecto natural de una colectividad cleptómana, que roba por instinto o por placer.
Un domingo reciente alguien bajó de una camioneta roja, abrió el panel de contadores y se llevó varias piezas dejando el edificio donde vivo sin energía por dos días.
La semana pasada, a dos vecinos de mi sector se les llevaron los zafacones plásticos de echar la basura.
¿Qué valor pueden tener esos recipientes usados, uno de ellos en muy mal estado? Cuando se hurtan zafacones de basura, se mata por un celular y los Omega y “reggaetoneros” se convierten en héroes nacionales, se hace necesario creer que la nación peligra y llegado el momento de izar nuestra bandera al revés en procura de la más urgente ayuda, no necesariamente sicológica.
Miguel Guerrero es escritor y periodista
mguerrero@mgpr.com.do
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