El Partido Revolucionario Dominicano (PRD), una organización que ha escrito importantes capítulos de la historia democrática del país, tiene que preservar su trascendencia y ponerse por encima de cualquier coyuntura adversa.
Esa es la grandeza y madurez con que debe actuar siempre una entidad política comprometida con los mejores intereses nacionales y el irrenunciable imperativo de garantizar progreso y paz social a la población dominicana.
Un partido con genuina vocación de servicio al país y a sus instituciones está obligado a contribuir al afianzamiento de esos elementos esenciales, tanto desde el poder como desde la oposición política.
Por tales razones creemos que la dirigencia perredeísta debería reconsiderar, por su carácter a todas luces excesivo y radical, la decisión de no participar en ningún tipo de concertación con el Gobierno.
El PRD debería reflexionar sobre las implicaciones negativas que se derivarían de mantener una medida de esa naturaleza durante los cuatro años del nuevo período gubernativo que se iniciará el próximo 16 de agosto.
La estabilidad social, sin la cual ninguna nación puede avanzar de forma efectiva y armoniosa, así como la gobernabilidad y toda la estructura institucional del país podrían verse seriamente afectadas.
En modo alguno se trata de pedir al PRD que renuncie a su derecho de ejercer el rol opositor ni tampoco que desista de cuestionar situaciones, detalles y circunstancias que habrían precedido la elección del presidente Leonel Fernández para un nuevo mandato constitucional en las elecciones del pasado 16 de mayo.
Esa organización política no puede autoexcluirse del debate propio de la democracia y del sistema de partidos por el mismo estandarte que enarbola de compromiso con el pueblo dominicano.
¿Cómo podrá cumplir con esa misión si se mantiene fuera de cualquier gestión de diálogo con el Ejecutivo, a la que tiene perfecto derecho por haber sido favorecido con más de un 40 por ciento de los votos emitidos en los comicios?
El PRD está aun a tiempo de reasumir, con visión amplia y sin estrechez episódica, su compromiso histórico de lucha por la democracia y las libertades públicas.
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