viernes, mayo 16, 2008
Sin temor ni favor
Privilegio del voto
Hoy tiene el pueblo dominicano el privilegio de votar en paz y relativa tranquilidad.
Relativa porque a nuestro temperamento ni un juego de pelota es totalmente pacífico.
Hoy se tiene la capacidad de poder hacerlo escogiendo en libertad y conciencia.
Recuerdo que voté dos veces cuando Trujillo. Todos teníamos que hacerlo para conservar nuestro trabajo y derecho de estar en la universidad.
La primera vez fue por el 1956. Llegué al salón de baile del Club de la Juventud, en la 19 de Marzo con José Gabriel García, donde había un par de mesas, una urna y varias personas.
Entre ellas reconocí a la señora Nidia Batlle de Paiewonsky, quien también me conocía, dado que era de Puerto Plata y la había visto un año antes en el Monumento del Cerro en San Cristóbal, en que coincidimos en visitas yo del Politécnico Loyola y ella desde Santo Domingo y la saludé al cruzarnos y hasta recuerdo que me regaló RD$3.00, para mí una fortuna.
Doña Nidia, con mucho afecto me saludó, pidió mi cédula, la selló (votó), y me la devolvió y me despidió. Vi cuando echaban mi boleta en la urna.
La segunda vez, en 1960, venía de Samaná hacia Puerto Plata y llegando a Matancita nos paramos. Ahí había una urna y voté de la misma manera.
En esos tiempos idos en que ejercíamos un supuesto derecho en una parodia de elecciones, donde no teníamos nada que pensar ni decidir, pues no éramos libres si estábamos vivos.
Hoy la cosa es diferente. Muchos años han pasado de aquellas reelecciones obligadas que tantos abusos trajeron.
Enfermedad cuya cura costó sangre, muerte, dolor y sacrificio, usando una medicina muy común y económica a base de plomo, pero de uso muy difícil y que debería estar proscrita por aquello del saturnismo.
Podemos y debemos hoy ir a la mesa electoral, pedir nuestra boleta que ya no es sólo de dos candidatos, uno ficticio, sino de un abanico de ellos; y solos, con nuestra conciencia guiando el marcador en nuestra mano, escoger en secreto nuestro candidato, no importa que nos hayan comprometido, o hasta pagado.
Ahí nadie ve, y más seguridad deberían prohibir, como en España, las cámaras y celulares, para que a nadie le puedan exigir prueba fotográfica de su voto antes de echarlo a la urna.
luis@arthur.net
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