Listín Diario, Matutino Dominicano
Milton Ray Guevara -
Finalizaba el año 1986 e igualmente nuestra misión como embajador en Francia. Rompiendo el protocolo presidencial del Elíseo, como nos señaló el buen amigo ido a destiempo, Jean-Michel Gaillard, el presidente Francois Miterrand nos recibió en la sede del gobierno francés, en razón de que quisimos despedirnos personalmente del estadista y amigo.
En la ocasión, me presenté con cinco libros de la autoría del Presidente que, habiendo leído, deseaba que él me autografiase. Él lo hizo con mucho gusto y en uno de ellos, “La abeja y el arquitecto (L’abeille et l’architecte)”, escribió: “Para Milton Guevara, en recuerdo de su acción tan útil para la amistad franco-dominicana y en signo de amistad, FranÁois Miterrand”.
Esa amistad se remontaba al 25 de marzo de 1980, cuando lo conocí en nuestra ciudad de Santo Domingo de Guzmán, en ocasión de una reunión de la Internacional Socialista. El encuentro fue sumamente agradable y para mí, inolvidable. Pasamos revista a la situación dominicana, el doctor Joaquín Balaguer había sido proclamado, por la Junta Central Electoral, vencedor en las elecciones de 1986. Miterrand lo consideró como un hombre astuto. Luego el Presidente nos inquirió sobre nuestros planes al regresar a Santo Domingo y me pidió algo que me marcó para siempre, que no perdiera comunicación con él, que le escribiese en las grandes ocasiones, en las grandes fechas. Así lo hice desde el país y siempre recibí su respuesta. Esas cartas las guardo para Milton FranÁois y Milton Gustavo.
Se trató en la especie de una notable demostración de la dimensión que para el Estadista y Presidente de la República francesa tenía el valor de la amistad. Después se produjo una breve incursión en la situación francesa, la derecha había ganado las elecciones congresionales, en marzo de 1986, y se había iniciado la primera cohabitación entre un Presidente socialista y un Parlamento de derecha. Miterrand se mostró confiado en el futuro y en la inteligencia y alto grado de conciencia política de los franceses y tuvo razón. En 1988 fue reelecto Presidente por siete años, siendo el único Presidente de la Quinta República que gobernó dos períodos completos, es decir 14 años.
La última parte de esta, para mí, histórica conversación giró en torno a su gran amigo, el doctor José Francisco Peña Gómez.
Miterrand admiraba profundamente a José Francisco. Miterrand, quien era un gran escritor y orador, consideraba a Peña como uno de los más grandes oradores que él hubiese conocido. Peña era, según él, líder del pueblo dominicano y el más insigne de nuestros compatriotas. Miterrand pronunció dos palabras sobre José Francisco que recientemente también escuché de labios del presidente Rodrigo Borja, en un documental alegórico a los diez años de una dolorosa partida: “Peña era un hombre de pensamiento y acción”.
Miterrand se felicitaba de la firmeza de las convicciones democráticas y nacionalistas de Peña. Entonces nos permitimos agregar: “Peña es un demócrata a carta cabal, nunca sucumbió a la tesis de la dictadura popular de su antiguo líder, profesor Juan Bosch, ni tampoco ha sido seducido por los regímenes con dictadura del proletariado”. El presidente Miterrand intervino y nos señaló: “La Revolución de 1965 fue un capítulo del pueblo dominicano en que Peña Gómez demostró su apego a la democracia y a la libertad”.
Miterrand, líder de un “socialismo de lo posible”, pensaba en ese momento en que Peña sería Presidente de la República Dominicana, apoyado en el PRD; no se imaginaba que nuestro pueblo no aprovechase el liderazgo y las condiciones de estadista que exhibía Peña. Miterrand sufrió, en pleno padecimiento de su enfermedad cancerosa, el fraude de que fue víctima Peña Gómez en 1994. Miterrand murió en enero de 1996. Fui testigo de dos encuentros entre Peña y Miterrand en el Elíseo. En uno de esos encuentros se tomó una reveladora fotografía, hoy expuesta en el Instituto de Formación Política Doctor José Francisco Peña Gómez.
El pasado 10 de mayo por la mañana, en la Iglesia de Santa Bárbara de Samaná, sin disimular la emoción elevé, junto a mis compañeros perredeístas, una vibrante oración por un dominicano inmortal: José Francisco Peña Gómez.
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