La columna de Miguel Guerrero

Por Miguel Guerrero / El Caribe

Sin confirmar se dice que el presidente Fernández viajaría a comienzos de junio a Roma para participar en una cumbre mundial sobre la crisis alimenticia. De allí, se trasladaría a otras naciones en una gira de varias semanas.

La versión no ha sido confirmada ni negada por el Gobierno, aunque se espera un anuncio oficial en los próximos días.

A excepción de su presencia en la cumbre, de un valor esencialmente simbólico dado que el país no es un productor gigante de alimentos, nada justificaría en las circunstancias actuales una prolongada ausencia del mandatario. Como casi todos los eventos de ese nivel, la cita de Roma durará dos días.

Esta práctica se debe a una razón muy simple. Los problemas nacionales en la mayoría de las naciones democráticas son de tal magnitud que los jefes de gobiernos acostumbran a cortar al máximo sus viajes y permanencias en el exterior.

Los mandatarios asisten a las cumbres a oficializar con sus firmas los acuerdos ya adoptados por sus cancilleres o técnicos.

No entran en la discusión de los detalles, porque generalmente no los dominan o son sencillamente perfectos ignorantes en la materia.

Aunque las comunicaciones han superado las barreras geográficas y un presidente puede atender cualquier urgencia aún estando fuera de su país, es aconsejable someter las ausencias del territorio nacional a los plazos estrictamente necesarios, aún cuando se trate de gestiones de la mayor trascendencia.

El país enfrenta grandes dificultades, con una economía “desguañangada”, a decir de un reputado economista vinculado al Gobierno, con amenazas de paralizaciones en los hospitales y el transporte, y los severos efectos de los precios del petróleo en el costo de la vida.

La situación no está para unas vacaciones presidenciales improductivas y el Gobierno debería comenzar a respetar la austeridad a la que su propia ley le obliga.
Miguel Guerrero es escritor y periodista
mguerrero@mgpr.com.do