CLAUDIO ACOSTA
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Justicia y sentido común.- Lo deseable es que un juez, dada la responsabilidad que supone impartir justicia, esté adornado de cualidades tan útiles a esos propósitos como la honestidad y la firmeza de carácter, pero también serenidad de ánimo y, más que nada, sentido común, que al decir de cínicos y descreídos suele ser el menos común de los sentidos.
Estamos hablando del sentido común que le faltó al juez de Instrucción que autorizó la interceptación de los teléfonos de importantes dirigentes del PRD y el PRSC, amparándose en el artículo 291 del Código Procesal Penal que faculta al Ministerio Público a disponer el secreto total o parcial del proceso de recolección de pruebas contra los imputados, complaciendo la solicitud de un fiscal adjunto en beneficio de la “investigación secreta” que realiza. ¿Qué clase de “investigación secreta” es esa, en plena campaña electoral, a políticos con nombres tan sonoros y conocidos como Ramón Alburquerque, Orlando Jorge Mera y Víctor Gómez Casanova, entre muchos otros? ¿No fue capaz ese juez de advertir que podría haber algo irregular en una solicitud tan extemporánea como sospechosa? Si se hubiese detenido, como indica el sentido común, a ponderar la solicitud que se le formuló no estaría hoy siendo cuestionado por una actuación tan poco regular que merece ser examinada con mayor atención por la Suprema Corte de Justicia.
Un alivio.- Hay que recibir con beneplácito la decisión de la Junta de Aeronáutica Civil (JAC) de no autorizar el cobro de US$25 por una segunda maleta, como pretendían algunas aerolíneas que ya aplican la medida en territorio norteamericano como una forma de enfrentar los costos derivados de las alzas de precios de los combustibles. El anuncio de que a partir del primero de mayo se cobraría esa suma cayó todo lo mal que puede caer una información de esa naturaleza en un país donde viajar es una de las actividades más castigadas por los impuestos tal y como lo demuestran los elevados precios que alcanzan los pasajes aéreos, un verdadero contrasentido en un país de inmigrantes que ha sabido convertir las remesas en el milagroso maná que mantiene a flote su pequeña, frágil y dependiente economía.
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