miércoles, mayo 28, 2008

¿Por qué perdió el PRD?

El Nacional, Vespertino Dominicano

POR JUAN TAVERAS HERNÁNDEZ
En la República Dominicana no hubo elecciones el 16 de mayo. Lo que se produjo fue una subasta pública. El presidente se presentó con un maletín donde había poco más de 300 mil millones de pesos, el presupuesto nacional, y lo colocó sobre la mesa. ¿Quién ofrece más? Nadie ofreció más, nadie tenía dinero para competir ante el monstruo del Estado. La Junta Central Electoral, la Organización de Estados Americanos, la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, Participación Ciudadana, la Fundación Institucionalidad y Justicia, las embajadas de Estados Unidos, Venezuela, Francia, España, etc., no perdieron tiempo en darle el visto bueno a los resultados de las elecciones compradas por el presidente Fernández.

Incluso el propio candidato del PRD, antes que cualquier otro, reconoció la victoria de Fernández. No había sido proclamado ganador cuando ya el secretario general del Partido Reformista, que sacó menos de un 5% gracias a la compra de sus dirigentes, militantes y simpatizantes, le daba apoyo al presidente con la propuesta de “pacto por la gobernabilidad”.

Todos, absolutamente todos, coincidieron en algo: El uso de los recursos del Estado como no se había hecho nunca antes en la historia. El Estado del presidente Fernández se impuso en las elecciones congresuales y municipales del 2006; lo mismo ocurrió en las elecciones internas del PLD frente a Danilo Medina. Y ahora ese mismo Estado del presidente Fernández derrota al PRD, la maquinaria política-electoral más poderosa que tiene el país. ¿Y saben qué? El PRD pudo haber derrotado al Estado. Pero no se preparó para enfrentar al presidente Fernández, es decir, no se preparó para enfrentar al Estado.

A los dirigentes del PRD les faltó inteligencia y valor. Me explico: El PRD escogió a su candidato presidencial a más de un año de las elecciones presidenciales. La convención fue un éxito porque no hubo mayores problemas. Pero inexplicablemente el PRD desapareció del escenario para darle paso a un engendro llamado “nuevo PRD” que excluyó al “viejo PRD”. La dirección del PRD, tan legítima como el candidato, le firmó un cheque en blanco al aspirante presidencial y su grupo, para que asumieran la campaña. No fueron pocos los dirigentes y militantes que intentaron infructuosamente incorporarse a los trabajos, pero fueron ignorados o rechazados.

La gente de Hipólito hedía a perro muerto. No tenía cabida en el “nuevo PRD”, tanto es así, que en el acto de juramentación del candidato en el Palacio de los Deportes no había una foto del doctor Peña Gómez, ni los símbolos del PRD. Miguel Vargas estaba lejos de ser el candidato del PRD. Pasó a ser el candidato de un grupo que despreciaba al PRD.

Los estrategas extranjeros aconsejaron al candidato mantenerse lejos del PPH; le decían que lo correcto era no enfrentar al presidente Leonel Fernández. El diseño de la política de imagen fue totalmente desacertado. La consigna “el cambio para mejorar” no tuvo la pegada necesaria en el mercado electoral. Miguel Vargas, como producto electoral, no fue bien presentado, ni bien vendido. A la campaña publicitaria le faltó originalidad y coherencia. La mayoría de los spots eran francamente malos, mediocres, sin contenidos políticos impactantes. Casi siempre estaban a la defensiva, como si fuera la campaña de un presidente desgastado por el poder, no la de un candidato opositor, que debió ser dinámica, agresiva, contagiosa y contundente. El tema de la campaña parecía un himno evangélico. En el equipo de comunicación no había comunicadores profesionales.

A la campaña electoral, lo escribí entonces y lo reitero ahora, le faltó dirección política.

Pero no puede haber dirección política cuando la política no ha sido establecida., cuando la estrategia, si existe, no es correcta. Y si la estrategia no es la adecuada, la táctica, que es lo que antecede a la acción según Stalin, tampoco lo será. En todo caso, como ha ocurrido muchas veces en la historia de los partidos y de la política, la táctica se traga a la estrategia y el fracaso es inevitable. El empuje de la candidatura de Miguel Vargas se produce, no es casual, cuando rompe con el silencio, cuando decide enfrentar a Fernández directamente y al mismo tiempo se aplica la línea de masas y el “viejo” PRD, incluyendo a Hipólito, sale a las calles a ganar el espacio perdido. Si eso se hubiera hecho desde el principio, acompañado de una correcta política de imagen, los resultados fueran otros.

Sin embargo, más del 40% de los votos enfrentando al Estado, en medio de la mayor degradación de la política y de la moral, en medio de una gran crisis, no es nada desdeñable. Al contrario, si el PRD se maneja bien, podrá cumplir el rol que le tiene asignado la historia.

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