Algunos afirman que el mangasonismo es casi una doctrina en la actividad política y que de mangansones estará plagada la ruta de todo proyecto de poder
Por Leo Hernández / El Caribe
En nuestra infancia y adolescencia recuerdo que no faltaban nunca los bobalicones, desubicados de la realidad y mensos o memos calificados espectacularmente de mangansones.
Se trata de aquellos personajes que, quizás ingenuos y quien sabe si hasta con buena fe, no tienen iniciativa, son incapaces de sostener posiciones de mando y en gesto colindante con la idiotez suelen externar estupideces que ellos creen que son genialidades.
Los mangansones de aquella infancia en San Carlos y Gazcue no fueron distintos a los de la adolescencia revolucionaria en la lucha por el medio millón para la UASD, tierra y libertad para los campesinos, abajo la alianza cívico-wessinista del MPD, viva la guerra popular prolongada, las citas del camarada Mao, contra la represión del balaguerato, etc., etc., etc.
Tiempo, sueños, esperanzas, transformaciones y vivencias han llegado, se han quedado algunas, se han marchado otras, y los mangansones del ayer, como tales se han perdido en el anonimato de sus sandeces, ignorados por sus pares y sepultados en la marginalidad.
Hoy, sin embargo, con una preeminencia osada en la política, han surgido otros dando la impresión de que estamos frente a los más fieles exponentes de lo que he denominado el mangansonismo político.
Con la diferencia de que, contrario a los mangansones de antaño, entre los de hoy hay aves de rapiña, engatuzadores de candidatos y funcionarios, trepadores que asaltan postulaciones si es necesario, y que lo del mangansonismo es, en cierto modo, característica innata, gemela de la estupidez, de la que no pueden despojarse por motus propio.
Mangansones del presente son legisladores, han aspirado y aspiran a candidaturas mayores, hasta jefaturas de campañas alcanzan con el limpiasaquismo adocenante, tienen el tupé hasta de “organizar” precandidaturas presidenciales y, lo que es peor, cuentan con extraordinaria habilidad para intrigar porque su falta de carácter y capacidad tienen que compensarla con el serrucho.
Lo que no les falta, en cambio, es la vena mercurial para procurar beneficios en todo lo marginal que produce la política, desde la realización de encuestas, spots, impresiones serigráficas y ploteadas, confección de franelas, gorras y otros artículos promocionales hasta renta de locales, contratación de vehículos para transportar conmilitones, colocaciones de anuncios y vallas, montaje de andamios para tribunas y áreas de prensa, alquiler de helicópteros para filmaciones aéreas y formación de equipos de interactivos.
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