lunes, mayo 26, 2008

PULSACIONES

POR RADHAMÉS GÓMEZ PEPÍN
Bien vistas las cosas, los recursos del Estado no sólo pueden ser empleados en caso de que haya intenciones reeleccionistas en quien sea Presidente de la República.

También podrían emplearse, aunque en mucha menor dimensión, en favor de cual que sea el candidato del partido político que esté en el poder.

Entonces ¿habría que propugnar, para erradicar esa práctica, para que el partido en el poder no lleve candidato alguno a la Presidencia en el período inmediatamente posterior a su ejercicio? De ninguna manera.

Eso sería un antidemocrático disparate que nadie respaldaría. ¿Qué hacer?
La solución es sencilla: aplicar la Ley con el mayor rigor, sea quien fuere la persona o el partido que pueda sufrir las consecuencias.

Esto hay que hacerlo para evitar la repetición de cuanto aconteció en la recién pasada campaña electoral, durante la cual fueron malgastados miles de millones de pesos.

Ese derroche se produjo entre todos los participantes, pero se hizo más visible entre quienes respaldaban la reelección.

Citaré sólo un ejemplo al que ya me referí en la columna Polibroma. En un conocido y afamado restaurant de Santiago, un funcionario del Estado me dicen que distribuyó 140 mil pesos entre los camareros, para comprar su adhesión.

Ese, sin embargo, podría ser apenas una parte ínfima del derroche de dinero, porque por televisión escuché cómo una adhesión pública representó el obsequio de 50 millones de pesos al cabeza de familia.

Los ejemplos abundan y mi intención es no cansar a nadie con la misma cosa ya sabida, por increíble que pueda resultar.

El asunto es que, a ese paso, la actividad política estará vedada en República Dominicana a quienes no tengan todas las papeletas del mundo, con la esperanza de restituirlas en cuatro años.
Porque, señores, ya en nuestro país me atrevería a asegurar que nadie da crédito a las promesas de campaña, no importa quien las haga. Todo es cuestión de defensa de intereses que escandalizan más porque son intereses personales.

Hablar de principios resulta disparatoso y eso de inversión de valores ya es una frase clisé, que ni siquiera provoca remordimiento.

El riesgo de todo esto es que un día alguien quiera tomarse la justicia con sus propias manos y embarque a República Dominicana en una aventura peligrosa, justificada por el naufragio de las instituciones.

Como están las cosas, no me sorprendería si una aventura de esa especie tiene cierto respaldo en sus inicios, pero es muy probable que más temprano que tarde se vaya a pique con todos sus auspiciadores.

Y es que los tiempos de los Mesías ya pasaron y es sumamente difícil que vuelvan a repetirse.
Arreglemos la carga en la marcha, porque todos los medios están a nuestra disposición.
Por ahí vienen otras elecciones. Vamos ahora a trabajar para evitar que se repita cuanto acabamos de ver. Que es diferente a lo que ve la crápula ilustrada.

rgomez@elnacional.com.do

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