Por Marisol Vicens Bello / El Caribe
La República Dominicana es un país en vías de desarrollo bajo la clasificación más optimista que impone el nuevo lenguaje políticamente correcto, aunque en realidad es un país pobre en el cual la mayoría de la población no tiene acceso a los servicios esenciales.
Sin embargo, nos comportamos como si fuéramos un país rico derrochando dinero en gastos superfluos que cercenan la inversión en asuntos fundamentales como la educación y la salud, lo que alcanza su máxima expresión en nuestras campañas electorales.
En medio de la crisis internacional provocada por los aumentos sin precedentes de los precios del petróleo, los cuales han sido continuos desde hace más de 2 años, nuestras autoridades y la mayoría de los dominicanos han seguido comportándose como si esto no les afectara.
El parque vehicular ha seguido poblándose de vehículos de alto consumo sin que se haya desincentivado su importación y nada se ha hecho para educar a la población sobre la necesidad de ahorrar energía.
Peor aún las autoridades que deben dar el ejemplo, no cumplieron con la ley de austeridad que ellas mismas votaron y el tardío plan de ahorro de energía que anunciaron en noviembre del pasado año 2007 no ha sido implementado, mientras observamos el excesivo cortejo de jeepetas de altísimo consumo que acompañan los desplazamientos de cada funcionario.
Los precios de los combustibles que deben fluctuar de conformidad con las variaciones de costos de adquisición de los mismos como dispone la ley de Hidrocarburos 112-00, fueron manejados durante la campaña electoral, enviando el erróneo mensaje a la ciudadanía de que el Gobierno puede asumir el aumento sin traspasarlo al precio de venta.
Es sorprendente que, en medio de esta gran crisis que intranquiliza a las más grandes potencias, en un país no productor de petróleo ni de combustibles fósiles, en el que tampoco se han desarrollado energías alternativas, no se sienta una real preocupación por este problema ni se hayan tomado acciones al respecto.
Ejemplo de esto es que a un año de haberse votado la muy esperada ley de Energías Renovables el Poder Ejecutivo no ha dictado su Reglamento de aplicación, lo que ha impedido que inversiones en carpeta puedan desarrollarse.
Desde hace meses algunos sectores han estado hablando sobre la posibilidad de que las autoridades realicen cambios al impuesto ad valorem del 13% a los combustibles establecido en el 2005 y aumentado en el 2006 al 16% sin que las mismas hayan aceptado debatir alternativas.
Sin embargo, en los países de la Unión Europea, la mayoría de los cuales desde hace años ejecutan planes de ahorro de energía y de utilización de sustitutos a los combustibles fósiles, se están debatiendo distintas propuestas para paliar el efecto inflacionario generado por los altos precios de los combustibles como la suspensión del cobro del IVA a los mismos.
Ya hemos perdido demasiado tiempo y ojalá no lo sigamos perdiendo. Mientras más nos esforcemos en vivir como ricos, más pobres seremos.
La riqueza de un país no se mide por el número de vehículos de lujo que tienen sus habitantes ni las marcas que utilizan, sino por su balanza comercial, su ingreso per cápita, su educación y acceso a servicios básicos.
Parecería que los dominicanos nos hemos olvidado de esto.
Marisol Vicens Bello es abogada
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