Por Luis H. Arthur S. / El Caribe
¿Qué hacer II?
Médicos que olvidaron, si alguna vez supieron del juramento hipocrático.
Que con la excusa de poco salario, en el mismo horario que es común para todos tienen múltiples empleos, en un desdoblamiento antinatural, y sin vocación ni humanismo ofrecen mala medicina al pueblo y exigen el trato que no dan.
Autoridades salidas del mismo gremio que juegan, dicen y no resuelven. Son simples poses convenientes a perpetuar males.
Políticos que creen que heredaron una hacienda y que tienen que depredarla en 4 años por si no los reeligen, que si se quedan podrán amacizar sus beneficios y multiplicarlos, ahora con experiencia.
¡Tierra arrasada! Sólo hay que salpicar un poco con el dinero de otros, para mantener a la muchedumbre tranquila, con su única neurona ocupada en pedir, para que no piensen.
Justicia que delinque. Funcionario que no renuncia, y recibe regalos envenenados por acciones familiares que alega ignorar, y que tendrá que devolver con creces. Jueces que engavetan expedientes trascendentes y dicen no tener hijos con problemas judiciales, en referencia directa a quien clama honestidad pero nadie cree. Ya está comprometido, y su superior se lo advierte.
¡Tendrá que devolver el favor (¿Sun Land?).
Trapisondas del poder donde no hay ética, amor ni consideración. Sólo leyes no escritas.
Choferes que explotan al más explotado, al más humilde, a la astilla de su mismo palo, y son dirigidos con rudeza por líderes corruptos y abusadores.
Es yugo sobre yugo en una cadena interminable.
Maestros que les falta educación, civismo, información, metodología y ganas de trabajar.
No entienden que tienen en sus manos el futuro en forma amorfa y maleable, y lo deforman inmisericordemente quizás sin darse cuenta.
Tiene el ejemplo cercano de sus jefes y de todo el tren gubernamental, que debiendo ser los primeros maestros y predicar con el buen ejemplo, predican la simulación, el latrocinio, y el interés personal.
La basura que vemos arropándonos a todos en nuestras calles y terrenos, es reflejo de la basura en que nos hemos convertido; sin percibirlo, nos llevan con nuestro consentimiento y cooperación rapidito, como caña para el ingenio.
¿Por dónde empezar a poner orden?
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