La columna de Miguel Guerrero

Por Miguel Guerrero / El Caribe

Muchos lectores piensan que mis críticas al gobierno son muy ácidas. Lo mismo se decía de esta columna en la administración anterior, con algunos de sus funcionarios instigando a mis clientes para que me dejaran sin trabajo.

¡Uh, qué duros esos días! Cada quien juzga por sus intereses y en lo que ello me afecta, y palabra que así es, lo acepto como una realidad difícil de vencer.

Una cosa, sin embargo, es cierta. Mis observaciones recientes no apuntan por lo regular al gobierno sino a la reelección.

Mi oposición a ella nada tiene que ver ahora con el presidente Fernández, como no lo fue antes contra el señor Mejía y aún más lejos con el doctor Balaguer, a cuyas reelecciones me opuse, como lo muestran cientos de artículos publicados durante esas diferentes épocas de nuestro pasado reciente.

Quien escribe con independencia se expone a los prejuicios.

Como me opongo a la reelección por considerarla dañina a la vida institucional del país, entonces estoy con el contrario, con aquellos que la enfrentan en el certamen electoral. Así de simple; sin espacio ni derecho a la “conceptualización”, lo que al parecer no se me permite.

Lo cierto es que el estigma del “pepehachismo” no es un traje a mi medida, ni razones tengo para calzarlo. Las presiones surgen por doquier y de distintas formas. Muchos en mi oficio las han sufrido siempre.

En mi caso, no cuentan para el expediente las roedoras reacciones mediáticas ordenadas, que dañan más a sus autores, ni aquellos divertidos textos de correo de fanáticos que actúan por aparentemente por cuenta propia, que no impiden ni afectan mi moral.

Aunque no soy propiamente amigo de ninguno de los candidatos, de los que mantengo prudente distancia, al que más he tratado es al señor Fernández, con quien apenas he hablado menos de tres minutos en los últimos cuatro años.

Como reportero aprendí a no tutear a la gente sobre la que escribo.

Miguel Guerrero es escritor y periodista
mguerrero@mgpr.com.do