domingo, mayo 04, 2008

Dos preguntas


Por Redacción / El Caribe/Editorial


Preguntémonos qué hubiese sido del proceso de institucionalización democrática si en las últimas décadas la nación no hubiese contado con periodistas inquisidores, defensores de los principios del buen gobierno y de los derechos humanos.

Cuál hubiera sido el destino de la nación si las tribunas de la comunicación social no hubiesen promovido la transparencia y la pulcritud y combatido la corrupción que tanto ha pervertido la vida pública y privada de la sociedad dominicana.

Estos interrogantes, formulados en el 2005 por el veterano periodista Juan Bolívar Díaz, en el introito de Opiniones en tiempos difíciles, una selección de editoriales de El Caribe mientras estuvo dirigido por el escritor e historiador Bernardo Vega, siguen teniendo hoy gran vigencia en la sociedad dominicana.

La función esencial del periodismo a que alude solo es posible en un ambiente donde los medios y los periodistas disponen de las condiciones mínimas de libertad e independencia para realizar su trabajo con amplitud y sentido crítico.

Afortunadamente, tal como reconocieron directores de medios nacionales en el marco del Día Mundial de la Libertad de Prensa, en la República Dominicana se disfruta de esa vital prerrogativa como garantía de las demás libertades públicas.

Sin embargo, para ejercerla plenamente hay que vencer en la práctica muchos escollos e incomprensiones de personas y sectores que, con manifiesta intolerancia, no comulgan con un periodismo crítico y formulan toda suerte de descalificaciones cuando se consideran afectados en sus intereses particulares.

En el pasado tuvimos ominosos episodios cuando se asesinaba a periodistas para silenciar sus voces.

Actualmente persisten algunas modalidades menos letales pero igualmente contraproducentes, como presiones para inducir a la autocensura.

En la esfera internacional, el estado de la libertad de prensa está aún lleno de grandes nubarrones, en vista de que la violencia contra periodistas es todavía la peor amenaza para el ejercicio de la prensa en las Américas.

Por eso también mantiene su vigencia la frase, tantas veces repetida en la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), de que “el precio de la libertad es la eterna vigilancia”.

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