La columna de Miguel Guerrero

Por Miguel Guerrero / El Caribe

Se ha expandido la creencia de que si llegara a haber una segunda vuelta, la reelección no tendría oportunidad alguna. Pudiera ser que eso sea cierto, pero no estoy muy seguro de ello. La fragmentación del voto opositor es una de las ventajas reales del presidente sobre el candidato del PRD.

En segunda vuelta, nadie puede garantizar que el candidato del PRSC pueda convencer a la desorientada militancia de esa organización que castigue la reelección con su voto, y mucho menos a la dirigencia del partido que bien se sabe se disgregará sin brújula alguna.

Aristy Castro ha ganado mucho espacio en su partido pero su naciente liderazgo carece de la magia persuasiva de Joaquín Balaguer.

Difícilmente él pueda proteger los votos reformistas de la gula reeleccionista. ¿Por qué esperar una segunda vuelta para hacer lo que puede hacerse en la primera?

La oposición tendría más posibilidades si llegara a unirse antes de la primera vuelta.

Si formalizaran un acuerdo electoral basado en la renuncia del candidato presidencial del PRSC y el candidato vicepresidencial del PRD, conformando una boleta mixta en base al binomio Miguel Vargas Maldonado y José Enrique Sued.

El efecto electoral de esa alianza en una segunda vuelta no tendría el mismo impacto en el electorado.

La reelección dispone de muchos recursos para impedir que esa posibilidad pueda darse en junio en la misma magnitud y es casi seguro que podría agenciarse el favor de buena cantidad de votos provenientes de los grupos derrotados.

Una alianza electoral como la señalada antes del día 16 podría obligar a una segunda vuelta y asegurar un bloque más monolítico para esa última prueba electoral.

Abriría también la posibilidad de una alianza más amplia para acoger el apoyo de otros grupos sobre compromisos programáticos.

Dejar pasar la oportunidad le costaría caro a la oposición, dado que la reelección nunca duerme.
Miguel Guerrero es escritor y periodista
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