sábado, mayo 03, 2008

Al día

El Nacional, Vespertino Dominicano

POR JUAN JOSÉ AYUSO
3.- Los desencantados del Partido Revolucionario, muchos de los cuales no abandonaron las filas de su partido, sospechaban desde mayo de 1996 que el Partido de la Liberación haría el gobierno democrático y limpio que había postulado Juan Bosch en 1963 y cuya defensa le costó entonces el gobierno.

Y quizá muchos de los peledeístas lo creyeron también.

Lo que Bosch no calculó era que la diferencia entre el PRD y el PLD era sólo de nombre. Los dirigentes del nuevo partido venían de los mismos estratos de la clase media trepadora y oportunista, y habían sufrido la misma influencia de la mentalidad de corrupción balaguerista.

Cuatro años después de 1996, cualquiera no conciliaba con el ideal de PLD que se había proyectado y que se tenía con el memorial de agravios contra los fondos del erario –corrupción, malversación, dispendio- presentado en su contra.

Y no hubiese tenido conciliación si la educación y formación de los dirigentes y militantes del PLD hubiera atacado las debilidades básicas de la ignorancia, el individualismo y la falta de conciencia y cultura política, sin limitarse a la recitación de memoria de manualitos y otros superficiales y lineales materiales de apoyo.

Para su fortuna, Bosch ya no estaba en la realidad, y pronto no figuraría en las listas de vivos, y no tuvo que tragar lo amargo de comprobar que, en los hechos, el PLD era un PRD más chiquito e integrado por igual ambición, inconstancia, oportunismo y otras debilidades de clase media.

La ideología de Joaquín Balaguer partía de que el pueblo es inferior, que debe ser gobernado por un líder fuerte y conocedor de los intríngulis del poder y que los recursos del Estado deben favorecer a los acólitos y, como “pan y circo”, repartir migajas entre las mayorías.

Bosch creía otra cosa, diferente y distinta, contraria, para decirlo en una palabra. Pero le faltó capacidad autocrítica para analizar el fracaso del PRD y trazar las pautas que impedirían reproducirlo en el PLD que hacía nacer.

Con su talento e inteligencia, para el escritor y político hubiese sido fácil llegar a la conclusión de que no podía improvisar una clase media en sus tres sectores sino que los dirigentes del nuevo partido vendrían de ella y que por tanto había que profundizar la instrucción y educación acerca de la democracia y su moral y su ética y sus principios.

En el gobierno de 1996 a 2000, los dirigentes del PLD y el presidente Leonel Fernández, quien aprovechó el cuadrienio para transferirse sin traumas todos los poderes de Bosch, actuaron de acuerdo con las ambiciones y frivolidades de su clase.

En ese proceso y en los cuatro años siguientes, el PLD se masificó, mandó a guardar los resabios principistas de su fundador y estableció sus líneas de mentalidad y de trabajo en la corrupción, la malversación y el dispendio de los fondos del Estado. Su maestro y modelo era, como es, Joaquín Balaguer.

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