En mi tour por Higüey no encontré la pobreza que existe, por ejemplo, en el mismo borde de la carretera que une a Hato Mayor con Sabana de la Mar, ni en la zona de El Seibo o en los campos de Miches
Por Manuel Quiterio Cedeno / El Caribe
Aproveché el pasado fin de semana para un hacer un recorrido por la región Este, incluyendo una visita a Higüey, Hato Mayor y Sabana de la Mar.
Hice un tour por Higüey para echar una ojeada sobre el terreno a las estadísticas de la pobreza de las que se nos habla en estos días como demostración de la tesis de la exclusión social provocada por el “modelo” de desarrollo turístico basado en hoteles todo incluido para el turismo masivo, y el “decadente” turismo de sol y playa.
Debo explicar que no recorrí las zonas rurales apartadas. Tampoco las paupérrimas comunidades de zonas cañeras que ocupan un tercio de la provincia.
Además, no quise ver la pobreza de San Rafael del Yuma. Sólo estuve en Higüey y su entorno, y no tengo que ir –porque conozco en detalle el área- al territorio bajo influencia directa del desarrollo turístico existente en el litoral que va desde Macao hasta Punta Cana. No busqué la vieja miseria que está desde siempre.
En mi tour por Higüey no encontré la pobreza que existe, por ejemplo, en el mismo borde de la carretera que une a Hato Mayor con Sabana de la Mar, ni en la zona de El Seibo o en los campos de Miches.
Ni el hambre de caña. Claro que hay pobreza, (estamos en República Dominicana) pero no los extensos arrabales de otros lugares ni la abundancia las “casas de cartón” de otras provincias. El paisaje de la pobreza tampoco se puede ver en La Otra Banda, en La Ceiba o en las “carreteras” de la zona turística.
Lo que sí pude constatar, una vez más, es que Higüey ha crecido en medio de un desorden urbano (de 20 mil a 175 mil habitantes en 35 años), que la infraestructura de salud y educación es insuficiente, que el suministro de agua potable es precario… problema, problemas… en resumen: que la ciudad ha sido desbordada por el crecimiento provocado por los miles de personas que llegan de otros lugares tras los beneficios del turismo.
Si cambiamos el “modelo” turístico, prohibimos el todo incluido y llenamos de “cultura” los hoteles y castigamos a algún inversionista español, nada de esto se resolvería. El mal no es del “modelo” turístico.
Está en la irresponsabilidad de los gobiernos que no dejan en La Altagracia algo de los US$200 (mal contados) que reciben por cada turista que llega a estas playas.
Si cambiamos este modelo de irresponsabilidad, mejorarán muchas cosas en Higüey.
Manuel Quiterio Cedeño es periodista
mquiterio@cicomnews.com
viernes, mayo 09, 2008
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