El país acaba de ser testigo de las extraordinarias ventajas de que disfruta, frente a sus eventuales competidores, un Presidente de la República que a su vez es candidato a reelegirse en el cargo. ¿Cómo podrían sus adversarios competir de igual a igual con un candidato que puede darse el lujo de gastar cerca de RD$900 millones en canastas navideñas, que luego podrá repartir personalmente -baño de pueblo, lo llaman, casi con cinismo- gracias a toda la logística y los recursos que el Estado dominicano pone a su entera disposición?
La oposición política, como era de esperarse, ha pegado el grito al cielo en protesta de lo que a todas luces constituye un abuso de los recursos del Estado que el gobierno ni siquiera se ha tomado la molestia de ocultar o disimular, pero aunque griten y pataleen nada podrán hacer para impedir que eso ocurra o que vuelva a ocurrir, que el candidato reeleccionista se sirva con la cuchara grande de los recursos públicos, como nada puede hacer tampoco -y he ahí la gran tragedia de la democracia dominicana- la Junta Central Electoral.
Azote en el sur
Atención al jefe de la Policía Nacional o, en su defecto, al comandante de la institución en la región sur. Una muy bien organizada banda, que se especializa en el robo de transformadores, se ha convertido en la pesadilla de los productores agropecuarios asentados a lo largo de la cuenca del Yaque del Sur. Paul Neguis, administrador del proyecto Dumit, del Instituto Agrario Dominicano en Barahona, denuncia que esa banda acaba de dejar sin posibilidad de riego unas dos mil 800 tareas sembradas de plátanos, guineos y tomates, entre otros rubros, luego de cargar con los dos transformadores, de 100 kilovatios cada uno, que alimentaban las electrobombas de ese proyecto, la misma banda que hace alrededor de un mes se robó varios transformadores de otro proyecto del IAD en Vicente Noble, y lo mismo hizo con los que alimentaban las electrobombas de las comunidades de El Peñón, Jaquimeyes, Palo Alto y Fundación, afectando también miles de tareas. Esos robos no sólo constituyen un atentado contra la supervivencia de miles de agricultores de la zona, sino también contra la producción alimentaria de todo un país, razones más que suficientes para que se les ponga fin de inmediato.
Vuelta a casa
Al igual como ha ocurrido en La Barquita, Los Coordinadores y otros barrios a orillas del Ozama, la gente ha vuelto a levantar sus miserables casuchas en las riberas del Yaque del Norte, no obstante la vigilancia que mantiene en la zona, con auxilio del Ejército Nacional, la secretaría de Medio Ambiente. La explicación que dan los que regresan a exponerse nuevamente a la furia de otra riada es más o menos la misma que dan quienes han vuelto a La Barquita y otras zonas de alto riesgo: no tienen otro sitio más seguro a dónde ir ni los recursos con qué levantar la vivienda digna a la que, al menos en teoría, tienen derecho. Se trata de un regreso anunciado con el que el gobierno debió contar, porque sabido es que las razones por las cuales esa gente no tiene otro lugar a donde ir a vivir siguen ahí, intactas, como parte de la enorme deuda social que mantiene a millones de dominicanos
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