La columna de Miguel Guerrero

Por Miguel Guerrero / El Caribe

El presidente Leonel Fernández será formalmente proclamado hoy candidato del Partido de la Liberación Dominicana. Pero la atención de buena parte del país, y en especial la de los peledeístas, no estará centrada en su discurso, que él sellará con un previsible “E palante que vamos” o el arrogante “para que siga el progreso”, ninguna de las cuales en esencia significa o promete nada.

Su rival en las primarias que lo escogió, Danilo Medina, será el verdadero protagonista de la escena, sea que haga presencia en el escenario o se mantenga tras bastidores. De una cosa se puede estar seguro y es que no habrá allí una silla vacía.

En el lugar que le corresponde podría estar él u otro sentado. Cualquiera de las dos situaciones descifraría el gran enigma que ha mantenido en vilo al PLD y en suspenso el ambiente electoral.

Lo cierto es que Medina ganaría más con una ausencia. Su presencia en la proclamación sería de hecho una claudicación ante la fuerza que él denunció cuando rendido ante una brutal realidad pronunció una frase que le mostró al país que los vicios y las malas artes en la política, aún entre compañeros, sigue siendo la divisa que guía el camino hacia el poder.

Su “el Estado se impuso” y el largo silencio que le ha seguido constituyen de hecho una separación que sólo un acto de rendición sumisa y humillante podría dejar atrás.

Lejos de constituir un desafío a la unidad partidaria, su fallido esfuerzo por la nominación le prestó un invaluable servicio a su partido. El triunfo de la reelección sería el fin de todo intento futuro de establecer un liderazgo disidente o alternativo en el PLD.

Y el cierre de todos los caminos interiores a aquellos que lo encarnen. Medina denunció la reelección como un cáncer que acabaría con la democracia y el PLD.

Rendirse ahora ante ella le proyectaría como un político idéntico a los demás, incapaz de hacerle honor a sus palabras.

Miguel Guerrero es escritor y periodista
mguerrero@mgpr.com.do