sábado, enero 05, 2008

La columna de Miguel Guerrero

Por Miguel Guerrero / El Caribe

Aceptamos cuantas promesas nos ofrecen conscientes de que el tiempo, más que el viento, se encargará de disipar. Algunas, bien escritas y mejor leídas con un “telepronter”, suelen despertar esperanzas de bienestar que las duras realidades y la demagogia sepultan casi siempre de inmediato.

Ninguna alentó tanto sueños como aquellas que prometían recuperar la confianza mediante un periodo de austeridad que impusiera reglas y transparencia al gasto del gobierno, reduciéndolo en un veinte por ciento, es decir, en una quinta parte. Aquellas que prometían también eliminar los cargos públicos en excesos.

Empleos sin funciones, se escuchó aquella bien timbrada voz decir, “creados mediante la tradicional práctica corrosiva de clientelismo”. La duplicidad de funciones dentro del aparato burocrático sería por tanto suprimida.

A ninguna institución o funcionario del gobierno, sin importar su nivel, le sería permitido realizar compras o transacciones comerciales más allá “de lo estrictamente indispensable”.

“Por fin”, me dije a mí mismo, “se nos abren puertas hacia el futuro”. Fascinado continué escuchando que nadie,”absolutamente nadie”, podría a partir de ese momento utilizar recursos públicos para la adquisición de nuevas yipetas, o realizar llamadas telefónicas, sea dentro o fuera del país, sin límite de tiempo o en asuntos ajenos a sus obligaciones con el Estado.

Los viáticos y las dietas iban a ser eliminados y los llamados gastos superfluos, esos que no llenan necesidades, serían cortados de raíz. Los cargos en excesos con rangos de secretarios y subsecretarios, no contemplados en las leyes de las distintas secretarías de Estado, que han viciado la estructura burocrática haciéndola cada vez más ineficiente y costosa, no volverían a existir.

No se harían más préstamos clandestinos. Muy hermoso para ser real. Admitámoslo.

Miguel Guerrero es escritor y periodista
mguerrero@mgpr.com.do

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