La columna de Miguel Guerrero

Por Miguel Guerrero / El Caribe

Me consta que el presidente de la Cámara de Cuentas, Andrés Terrero, es una de las personas más preocupadas en estos días. La llegada del nuevo año no trajo consigo noticias buenas para él y los demás miembros del organismo responsable de cuidar por el buen manejo de las finanzas y recursos públicos, es decir por los dineros que el gobierno le quita en impuestos a las personas y a las empresas en el país.

Con las asignaciones a la institución propuestas en el proyecto de presupuesto, todos los planes de modernización y eficiencia en la tarea de fiscalización, quedan pulverizados. La cámara ha elaborado un Plan Estratégico de Desarrollo y Sostenibilidad Institucional (PEDSI) de cuatro años.

Los objetivos del programa exigen grandes inversiones en software y equipos de tecnología avanzada, a fin de garantizar la correcta y eficiente supervisión del manejo de los recursos por las diversas secretarías y otros organismos del Estado.

Se sabe que en las actuales condiciones la cámara no puede llenar su papel a cabalidad. Con el sistema de contabilidad manual con que realiza su trabajo, la Cámara de Cuentas se ha convertido con los años en un organismo inoperante, obsoleto.

Es imposible fiscalizar un monto global presupuestario del gobierno central de 300 mil millones de pesos, con los rudimentarios procedimientos contables con que se maneja esa institución.

En el presupuesto ya aprobado por los diputados sólo se le asignan 423 millones a la Cámara de Cuentas, unos 368 millones menos a lo establecido por la ley que le otorgó autonomía al organismo.

El Senado tiene ahora la oportunidad de enmendar esa inconsecuencia presupuestaria, aliviando los dolores de cabeza del señor Terrero y poniendo a la institución en condiciones de poder velar en el futuro por el buen uso y cuidado de los bienes públicos, fortaleciendo la lucha nacional contra la corrupción.

Miguel Guerrero es escritor y periodista
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